viernes, 12 de julio de 2024

EL DESEO Y LA ESPERANZA

 El Deseo y la Esperanza

 

En los primeros tiempos, cuando las estrellas eran un susurro de luz en el cielo, los dioses caminaban entre las sombras. Las montañas hablaban y los ríos cantaban canciones de viejos secretos. En ese entonces, la humanidad, apenas creada, aún no conocía el deseo ni la esperanza. Vivían en un estado de serena ignorancia, satisfechos con lo que el día les traía, pero sin soñar con mañanas diferentes.

Una noche en la que la luna parecía más brillante y cercana, el dios sol, decidió que el mundo necesitaba algo más. Cansado de ver a los hombres vagar sin rumbo ni sueños, se reunió con la diosa luna. Juntos, conspiraron para dar a la humanidad los dones del deseo y la esperanza. Bajo el manto de estrellas dormidas, el silencio hablaba en voces suaves, y entre sombras y luz fundidas, nacieron el deseo y la esperanza.

 

El dios sol, con su luz brillante, infundió en los corazones humanos el deseo. Este deseo no era un simple anhelo; era un fuego interno que los empujaba a buscar más allá de lo que conocían, a querer más, a soñar con lo imposible. El deseo nació como una chispa en la oscuridad, una promesa de algo más grande y mejor.

 

La diosa luna, con su suave resplandor plateado, sembró en los espíritus de los hombres la esperanza. Esta esperanza era un faro en la noche, una luz tenue pero constante que les prometía que, sin importar cuán oscura fuese la noche, siempre habría un amanecer. La esperanza les dio la fuerza para seguir adelante, para creer en un futuro mejor.

 

Entonces les hablaron en susurros de viento, y hombres y mujeres sintieron por primera vez el deseo de algo más allá de su vida cotidiana. Sintieron la esperanza de un mundo lleno de posibilidades.

 

Y aparecieron los primeros soñadores, con su deseo ardiente: primero los inventores, después los constructores, exploradores y, en la cúspide, los enamorados. Con esa intensidad, nacieron los poetas, los músicos, los pintores y los creadores de sueños. Con la esperanza, aprendieron a no rendirse, a seguir adelante a pesar de las dificultades. Con el deseo, sus historias y sus sueños se propagaron como el fuego, encendiendo corazones y mentes.

 

El dios y la diosa observaron desde el cielo, satisfechos con su creación. La humanidad ya no sería la misma. Habían sido bendecidos con los dones que les permitirían no solo sobrevivir, sino también prosperar y soñar.

 

Desde entonces, cada vez que una estrella fugaz cae del cielo, se dice que es un recordatorio, una chispa de deseo y esperanza que se renueva en el corazón de cada ser humano. Y en cada noche estrellada, la humanidad sigue soñando, deseando y esperando, manteniendo vivo el legado divino.

 

Jorge Narvaez C.



 

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