martes, 16 de julio de 2024

TU PAPÁ ES POLICÍA

 TU PAPÁ  ES POLICÍA


En el horizonte, el sol comenzaba a teñir el cielo de naranja y rosa, un telón de fondo que acentuaba la emoción que ya impregnaba el aire. Los muchachos entraron raudos a la casa y comenzaron su labor. Dos cajas de cuadernos de líneas de 50 hojas, cuatro cajas de cuadernos cuadriculados de 100 hojas; si las de 50 hojas traen cien cuadernos y las de 100 hojas vienen de 80, ¿cuántos cuadernos tenemos? —gritó desde un rincón Felipe.

 

La tarea era sencilla, había que marcar con unos sellos hechos de corcho cada hoja de los 520 cuadernos, de lado y lado.

 

—Somos cinco, nos toca de a 104 cuadernos.

 

En la sala empezó a sonar Silvio Rodríguez en la radiola Philips de sonido estéreo. Las hermanas de Ricardo, el dueño de casa, se unieron al equipo de trabajo y llevaron una bandeja de crispetas y plátanos fritos, y una olla de café con leche.

 

Felipe, el mayor del grupo con apenas dieciséis años, sellaba con una precisión que parecía sacada de una oficina notarial. Juan, Ricardo, Sebastián y Manuel hacían lo suyo, y aunque no al ritmo de Felipe, avanzaban con la tarea. Al compás de la música y las chanzas, iban alcanzando su objetivo.

 

—Qué belleza, esos sellos quedaron como hechos en fábrica. El mapa de Colombia con la espada cruzada y al pie M.19.

 

—Queríamos hacer el escudo de las milicias, pero qué difícil ese gallo, así que decidimos con Juan hacer el clásico.

 

Escogieron la escuela de Santa Bárbara; primaria y secundaria sumaban algo más de 700 estudiantes. Hicieron paquetes de un cuaderno de 50 hojas, uno de 100 hojas y un lápiz Mirado número 2. Y el resto, de a dos cuadernos de 100 y un borrador gris y blanco Paper Mate. 260 paquetes en bolsas plásticas de colores para ser entregadas en la mañana del lunes, muy a las 6:45 a.m.

 

El lunes a las 5 de la mañana, los cinco se encontraban con Martha, Patricia y Mónica, las dos hermanas de Ricardo y la prima de Sebastián. Los ocho con jean azul y camisa blanca, lo más parecido al uniforme de la escuela.

 

—Esperen, si salimos así se van a dar cuenta, nos toca ocultar el pelo largo con cachuchas. Mi papá tiene varias arriba, ya las bajo —dijo Mónica, y mientras ellas se recogían el pelo, ellos repasaban qué hacer minuto a minuto.

 

A las 8:10 de la mañana, el primer descanso empezó en la escuela de Santa Bárbara. De los salones salían en tromba los niños y los jóvenes al patio y a la cafetería. En la esquina de la cancha de baloncesto, tres niños de sexto grado reían mostrando los cuadernos. Entonces se acercaron un par de muchachos de décimo grado. El más alto les dijo con voz grave:

 

—Les doy cinco pesos a cada uno por los cuadernos.

 

Sin pensarlo dos veces, los niños se los entregaron y de inmediato salieron rumbo a la tienda.

 

Camino al salón, el más bajo le pregunta a su compañero:

 

—¿Qué vas a hacer con esos cuadernos?

 

—Pues usarlos.

 

—Pero marica, tu papá es policía.

 

—Con la cuenta que se da…


Jorge Alberto Narváez Ceballos.



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