TU PAPÁ ES POLICÍA
En el horizonte, el sol comenzaba
a teñir el cielo de naranja y rosa, un telón de fondo que acentuaba la emoción
que ya impregnaba el aire. Los muchachos entraron raudos a la casa y comenzaron
su labor. Dos cajas de cuadernos de líneas de 50 hojas, cuatro cajas de
cuadernos cuadriculados de 100 hojas; si las de 50 hojas traen cien cuadernos y
las de 100 hojas vienen de 80, ¿cuántos cuadernos tenemos? —gritó desde un
rincón Felipe.
La tarea era sencilla, había que
marcar con unos sellos hechos de corcho cada hoja de los 520 cuadernos, de lado
y lado.
—Somos cinco, nos toca de a 104
cuadernos.
En la sala empezó a sonar Silvio
Rodríguez en la radiola Philips de sonido estéreo. Las hermanas de Ricardo, el
dueño de casa, se unieron al equipo de trabajo y llevaron una bandeja de
crispetas y plátanos fritos, y una olla de café con leche.
Felipe, el mayor del grupo con
apenas dieciséis años, sellaba con una precisión que parecía sacada de una
oficina notarial. Juan, Ricardo, Sebastián y Manuel hacían lo suyo, y aunque no
al ritmo de Felipe, avanzaban con la tarea. Al compás de la música y las
chanzas, iban alcanzando su objetivo.
—Qué belleza, esos sellos
quedaron como hechos en fábrica. El mapa de Colombia con la espada cruzada y al
pie M.19.
—Queríamos hacer el escudo de las
milicias, pero qué difícil ese gallo, así que decidimos con Juan hacer el
clásico.
Escogieron la escuela de Santa
Bárbara; primaria y secundaria sumaban algo más de 700 estudiantes. Hicieron
paquetes de un cuaderno de 50 hojas, uno de 100 hojas y un lápiz Mirado número
2. Y el resto, de a dos cuadernos de 100 y un borrador gris y blanco Paper
Mate. 260 paquetes en bolsas plásticas de colores para ser entregadas en la
mañana del lunes, muy a las 6:45 a.m.
El lunes a las 5 de la mañana,
los cinco se encontraban con Martha, Patricia y Mónica, las dos hermanas de
Ricardo y la prima de Sebastián. Los ocho con jean azul y camisa blanca, lo más
parecido al uniforme de la escuela.
—Esperen, si salimos así se van a
dar cuenta, nos toca ocultar el pelo largo con cachuchas. Mi papá tiene varias
arriba, ya las bajo —dijo Mónica, y mientras ellas se recogían el pelo, ellos
repasaban qué hacer minuto a minuto.
A las 8:10 de la mañana, el
primer descanso empezó en la escuela de Santa Bárbara. De los salones salían en
tromba los niños y los jóvenes al patio y a la cafetería. En la esquina de la
cancha de baloncesto, tres niños de sexto grado reían mostrando los cuadernos.
Entonces se acercaron un par de muchachos de décimo grado. El más alto les dijo
con voz grave:
—Les doy cinco pesos a cada uno
por los cuadernos.
Sin pensarlo dos veces, los niños
se los entregaron y de inmediato salieron rumbo a la tienda.
Camino al salón, el más bajo le
pregunta a su compañero:
—¿Qué vas a hacer con esos
cuadernos?
—Pues usarlos.
—Pero marica, tu papá es policía.
—Con la cuenta que se da…
Jorge Alberto Narváez Ceballos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario