PENTACAMPEÓN
Corriendo como alma que se lleva
el diablo, bajaron las 32 gradas que unen la calle 13 y la 14, en el desnivel
de la esquina del puente. Se acercaron a la camioneta con la rapidez de un
relámpago, sus sombras bailando a la luz de las farolas. Con destreza abrieron
las portezuelas laterales y, con una firmeza casi teatral, acomodaron el par de
costales en el asiento trasero. Luego de subir, se miraron a los ojos;
reflejaban un miedo ancestral, como el de una tormenta atrapada en un vaso de
cristal.
—Marica, si no fuéramos guerros,
seríamos un peligro.
—Uy sí, compa, qué peligro usted
con esa cara de susto. Jajajajaja.
En el asiento trasero iban dos
sacos llenos de fierros, provenientes de la sede de la empresa de seguridad del
mayor retirado Castro Edmundo. El par de celadores no alcanzaron a darse cuenta
cuando fueron encañonados, amordazados y atados bajo las gradas que conducen al
almacén. Toda la información la proporcionó la exsecretaria despedida la semana
pasada porque no se lo quiso dar al Mayor y salió toda emberracada, con ganas
de hacer pagar al puto policía por sus mañas de viejo verde.
Cruzaron la estación de policía
despacio, siguiendo a un bus de transporte que llenó la esquina de humo al
cambiar de luces el semáforo. En la radio transmitían la final: La noche en que
la Mechita venció 3-1 al Deportivo Cali con goles de Cabañas, Gareca e Ischia,
coronándose campeón por quinta vez consecutiva. Cuando llegaron al barrio, la
fiesta ya estaba armada, y aprovecharon para meter la camioneta al garaje,
sacar las armas, encaletarlas y salir por unas empanadas que bajaron con dos
cervezas heladas.
Como a la media hora llegó el
Gordo en un Jeep destartalado de color incierto y se bajó con la cara iluminada
por una gran sonrisa.
—Entonces, ¿qué muchachos? ¿Todo
bien?
—Pues sí, hermano, no tuvieron
tiempo ni de celebrar el segundo gol.
—Ya llamamos para reivindicar el
operacho.
—Lo que hace un polvo mal pedido.
Antes de irse, el Gordo les dejó
un par de insignias con el logotipo de la organización: un mapa de Colombia
atravesado con la espada del Libertador y la frase: “Con el pueblo, con las
armas, ¡al poder!”
—Uy, gordito, qué calidad. Mañana
mismo le digo a mi mamá que las cosa en las chaquetas.
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