LECHE
\- Les tengo el operativo del siglo, ni la espada,
ni las armas; este será lo que dará de qué hablar en el próximo siglo. Seguro
que lo dijo con pleno convencimiento y tanta pasión que todos se quedaron
callados escuchándola.
\- Miren compañeros -siguió con su explicación-, no
es solo un hecho político, una acción de fuerza, sino también el mejor de los
símbolos de solidaridad con el pueblo, una denuncia pública ante los ojos del
mundo por la injusticia y el hambre que vive nuestra gente en los barrios populares;
un acto simbólico cargado de significado.
Tenía ganado al menos el silencio expectante de sus
compañeros, se veía en el brillo de los ojos y en el movimiento de aceptación
de sus cabezas, que parecían danzar con sus palabras.
\- Vean compañeros -continuó diciendo-, hoy vamos a
llevar leche a quienes más lo necesitan. No con bombas ni disparos, sino con el
alimento que simboliza la vida y la esperanza. Vamos a mostrar al mundo que no
solo luchamos por ideales, sino que también cuidamos y protegemos a nuestro
pueblo. Esta será nuestra arma más poderosa.
El silencio se hizo más profundo, lleno de
asentimientos y miradas de complicidad. La estrategia era audaz, resonaba con
la esencia misma de su lucha: la defensa de los derechos humanos básicos, la
solidaridad con los más necesitados y la denuncia de las injusticias sociales.
\- Compas, Bogotá verá que no somos solo
combatientes, sino también guardianes de la dignidad y la justicia. Somos
guerreros de la vida.
El 30 de septiembre de 1985, en el barrio San
Martín de Loba, un grupo de jóvenes del M-19 planeó un acto de rebeldía cargado
de simbolismo. No buscaban violencia ni dinero. El conductor, sorprendido,
cedió ante la determinación en sus ojos. Ellos subieron, abrieron el camión y
comenzaron a repartir leche entre los habitantes de los barrios Malvinas,
Guacamayas y San Martín. Los niños rieron, las madres agradecieron, y por un
momento, la injusticia pareció desvanecerse. No había armas en sus manos, solo
la leche que seguía fluyendo, un símbolo de vida en medio del caos.
Diez guerrilleros urbanos del M-19, diez jóvenes,
diez héroes, cayeron abatidos en un operativo que movilizó a toda la
inteligencia del Estado, 500 hombres del Ejército, del DAS, la Policía y la
Sijín. No hubo tiempo para palabras, solo disparos. Los diez muchachos del M-19
y un civil que estaba en el bus, donde los disparos no escucharon razones,
fueron masacrados en el sureste de la capital.
La memoria de ese día queda grabada en los
corazones del pueblo como un acto de amor y resistencia. Porque en la historia
de los oprimidos, no son las balas las que hablan, sino los gestos de humanidad
en medio de la oscuridad.
\-¡DAME LA EME!…
Jorge Narváez C.
Lo recuerdo como si fuera ayer, fue un golpe muy duro para la organización
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