CARTAS DE AMOR 16
Señora bonita,
Para amarla, he descendido a los infiernos. No los infiernos de la religión, sino los míos, esos abismos oscuros donde moran mis demonios. Los he mirado a los ojos, he sentido su presencia, y allí, entre incertidumbres y recuerdos, he aprendido a valorar su silencio. Ese silencio. Ese pacto sagrado entre los dos. No siempre comprendido, pero siempre presente.
En la quietud compartida, en el abrazo mudo de nuestras almas, descubro que el amor, sin palabras, es un diálogo profundo, una conversación que solo usted y yo, hemos sabido interpretar.
Me basta que me lea, saber que me siente en mis palabras y entonces, es en ese momento, que me gusta como el cielo. Porque para amar el cielo, es preciso haber bajado hasta el infierno. Solo entonces, en ese viaje de ida y vuelta, entiendo el verdadero valor de su silencio y le diré cuanto la amo en el momento en que nos volvamos a encontrar.
Por siempre.
Jorge Narváez C
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