San Juan de Pasto
San Juan de Pasto,
donde el sol besa las montañas
con labios de oro y cobre,
y el viento, antiguo cantor,
susurra historias de antaño
en cada rincón.
Nosotros, caminando de la mano
por sus calles,
sombras suaves navegando
entre aromas de maíz tostado
y café recién molido.
Tus ojos,
la iglesia de San Juan Bautista,
tu sonrisa,
la danza eterna del Carnaval,
donde el pueblo se sumerge
en un mar de colores y músicas ancestrales,
tu figura a contraluz.
Los dos,
extraviados en la vastedad
del mercado el Potrerillo,
sabores de ají y frescura de aguacate,
evocando la riqueza
de esta tierra fértil y generosa.
Bajo el cielo pastuso,
nos encontramos a nosotros mismos,
en cada mirada compartida,
en cada gesto que susurra
la bienvenida cálida y eterna
de la ciudad que nos acoge.
El volcán Galeras,
vigilante mudo y eterno,
nos contempla desde la lejanía,
mientras susurros de leyendas
se entrelazan con nuestros pasos,
llenando el aire de misterio y poesía.
San Juan de Pasto,
ciudad de encuentros y despedidas,
de risas y lágrimas,
donde nuestras almas se enredan
como raíces de árboles milenarios,
firmes y profundas.
En este rincón del mundo,
nosotros dos hemos hallado
un refugio, un hogar,
donde el pasado y el presente
se funden en un abrazo eterno,
y el futuro se dibuja
con los colores de nuestros sueños.
Jorge Alberto Narváez Ceballos.
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