lunes, 15 de julio de 2024

EL ORIGEN DEL AGUA Y LA SED

 El Origen del Agua y la Sed

 

En los tiempos en que la tierra aún no conocía la caricia de la lluvia, los dioses se reunieron en consejo. Miraron hacia abajo y vieron un mundo seco, donde los ríos eran solo grietas en la piel del suelo y la vida, como la conocemos, apenas estiraba sus brazos hacia el cielo, implorando por la mirada celestial.

 

En esa asamblea, Yemayá, la diosa de las aguas, se levantó. Con su voz suave como el murmullo de un arroyo, dijo: "El agua debe nacer para que la vida pueda florecer”. “Pero, ¿cómo nacerá el agua si no hay quien la busque? " Dijo Poseidón con la voz de un trueno

Los dioses se miraron entre sí, y fue entonces cuando Quetzalcóatl, el dios serpiente, habló: "Crearemos la sed. Haremos que las criaturas de la tierra anhelen el agua con tal fervor que la llamen desde las profundidades del abismo."

 

Y así fue que Yemayá y Quetzalcóatl descendieron juntos al mundo. Yemayá tomó un trozo de cielo y lo rompió en mil pedazos, esparciendo estrellas por la noche. De cada estrella cayó una lágrima de plata, y donde estas lágrimas tocaron el suelo, surgieron los primeros manantiales.

 

Pero el agua sola no bastaba. Quetzalcóatl caminó entre los seres vivos y susurró en sus oídos un deseo ardiente. Ese susurro se convirtió en un fuego interior, un anhelo insaciable que secaba las gargantas y hacía palpitar los corazones. Así nació la sed.

 

Desde entonces, cada gota de agua que brota del suelo lleva consigo un susurro de vida y el anhelo de ser al mismo tiempo. Las criaturas del mundo beben y, al hacerlo, recuerdan la danza de los dioses, el pacto entre el cielo y la tierra. Y así, en cada sorbo, se recuerda que la vida brota y de inmediato se tiene sed de vivir y de crear; en cada manantial y en cada garganta reseca que encuentra alivio hay una razón para seguir soñando y construyendo un mundo mejor.

Jorge Alberto Narváez Ceballos.

 


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