CARTAS DE AMOR 18
Señora mía,
La soledad me abraza, y yo, sin
resistencia, le devuelvo el abrazo. Aquí, en este rincón del mundo donde el
silencio es soberano y mis pensamientos se elevan como olas que se estrellan
contra las rocas de mis recuerdos, me permito flotar en un océano de
incertidumbres. No puedo negarlo, este universo es vasto, infinito, y mis
preguntas se pierden en su inmensidad.
Soy un viajero, un peregrino en
la senda de la vida, cuyas huellas se desvanecen en la arena del tiempo.
Caminante que sueña, que se atreve a mirar al cielo y preguntarse si los sueños
pueden ser alcanzados. ¿Es un error querer estar con usted? Tal vez, una
locura, un delirio, diría yo, pero nunca un error.
Imagino el calor de su abrazo,
refugio inquebrantable en medio de la tempestad, faro en la noche oscura. Mis
manos buscan el contacto con su luz. Anhelo sentir, aunque sea por un instante,
la eternidad en la caricia de sus brazos.
En el deseo de alcanzar lo
inalcanzable, en la búsqueda incansable de ese abrazo, encuentro la razón de mi
ser. Soñar, soñar con el cielo, con la luz, con un amor que desafíe todas las
fronteras. Y aunque sé que soy frágil, efímero, mortal, me atrevo a soñar.
Soñar con un hogar que no es un lugar, sino un ser. Soñar que, en usted, y sólo
en usted, mis sueños encuentran su descanso.
Suyo
Jorge Narváez C.
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