viernes, 10 de octubre de 2014

LA CALEÑITA

La Caleñita

Sábado 23 de abril.

Lo despertaron tempranito para ir a la preparación de la primera comunión en San Juan Bautista, porque el 22 de Mayo el Obispo Salazar Mejía celebraría la misa y muchos niños esperaban con devoción ese momento.

Pasó por Andrés golpeando el portón verde oscuro, con el aldabón en forma de cabeza de león y después el chiflido reglamentario.

Salen en búsqueda del tercer compañero en la calle 19, entran a la carpintería del Maestro Pacho, en la casona colonial de paredes de tapia apisonada de piso de ladrillo cocido, lleno de polvo de madera y aserrín.

-          ¿Está Iván?
-          Pasen, espérenlo.

Entraron en la cocina olorosa a café recién hecho  y se sentaron a tomar café con pan de sal del común, mientras Doña Gloria les preguntaba sobre la salud de los familiares. Afuera en el patio principal prendieron la cierra y el ruido copo totalmente el espacio.

Mientras terminan el café y el pan, sale Iván del cuarto, bien peinado, y se sienta junto a los otros dos niños y toma el café a sorbos grandes para alcanzarlos y se levantan como un resortico, juntos, para salir a la calle.

Caminaron por la calle 19 y subieron por la carrera 27, para alcanzar la calle 18 y bajar hacia la iglesia de San Juan Bautista. Caminaban rápido porque el catecismo prácticamente ya había comenzado y además empezaban a caer grandes gotas de agua, de un aguacero torrencial que se cierne sobre la ciudad.

La hora del catecismo es acompañada por el sonido de la lluvia y el sonido de los autos que se parquean entorno a la Plaza de Nariño. Cuando regresaron a la calle, casi a medio día, la lluvia había cesado y un sol resplandeciente y picante, típico sol de invierno, alegraba el paisaje.

Bajaron por la carrera 25 cruzando el alero del arco del Corazón de Jesús, hasta el Banco de la República. Cruzaron riendo por la calle 19 y en la entrada de “La Caleñita” había un señor gordo de aire bonachón, en camiseta de rayas que le envolvía su barriga prominente, fumaba un cigarrillo y estaba parado frente a un carro Dodge Dart negro con capota blanca, que parecía un taxi, que brillaba con el choque de los rayos del sol que ya caían perpendicularmente.  

El hombre les llama la atención y les pide el favor que le ayuden a subir unos paquetes a la cajuela del carro. Ante lo cual los niños no objetan y le ayudan. El hombre se sube al carro y los llama a la ventana y le da a cada uno, cinco pesos.

Un billete de cinco pesos, nuevecito. Su tono verdusco con el cóndor de alas abiertas y la figura del General José María Córdoba y ese papel sin uso, era un tesoro en las manos de cada uno de ellos.

Gracias… se oyó en coro, mientras el carro tomaba impulso en la calle. No lo podían creer.

Vamos al Ley, dijo uno de los niños y tomaron de regreso la carrera 25 para subir hasta la calle 17 y cruzaron hasta el Almacén Ley.

-          ¿A cuanto valen esos carritos?
-          Nos alcanzan de a dos.
-          No mejor compremos uno y la ultima revista de Kalimán.
-          Dos revistas nos alcanzan a cada uno.

Salieron con un carro de colección cada uno, a comprar las revistas en el puesto del Banco de Colombia en la calle 19, pero en el camino se encontraron con la entrada de los Helados de Paila y al salir con conos de mora y vainilla, ya les quedaba el dinero para comprar solo dos revistas entre los tres.

Cruzaron el parque de Nariño pisando el césped de sus esquinas. Junto a los raspados había un puesto de maní y habas.

-          Que rico compremos maní.
-          Bueno
-          Compremos una revista y nos la turnamos, un día cada uno.
-          Vale
-          Vale

Compraron el último número de Kalimán El Hombre Increíble, en la carátula había una figura del héroe levantando en brazos a un herido y un pensamiento: ¡Siempre hay un camino, cuando se usa la inteligencia!

Llegaron, cada quien para su casa, pues era hora del almuerzo. El Domingo después de misa salieron un rato a jugar haciendo caminos de arena en los andenes de la carrera 28, para estrenar los carros ultimo modelo.

El lunes casi a las 7 de  la mañana, la calle 19 estaba totalmente cerrada por los organismos de seguridad.  Del F2 (La SS criolla) que quedaba en al calle 19 No. 27-92, salía y entraba gente como en carnavales.

-          Camina rápido que se nos hace tarde el colegio.
-          Espere pregunte

Un policía de casco blanco, que le quedaba grande, les respondió: se robaron el banco de la Republica. Y siguió corriendo con una mano en la cabeza para que no se le caiga el casco.


En los titulares de la prensa se leía: ROBO DEL SIGLO. Se llevan 82 millones de pesos del Banco de la República de Pasto, por túnel hecho desde la fuente de soda “La Caleñita”. 

lunes, 6 de octubre de 2014

CARTA No.6



Mujer.



Esta mañana recordaba la noche en que te dije cuanto te amo, había luna llena, como esta noche. La luna alarga la sombra del árbol frente a mi ventana, hace brillar el jarrón de agua en la mesita de noche y torna plateados los recuerdos.



No has vuelto a escribir hace un par de semanas y yo ya he leído hasta aprenderme las cuatro cartas que me has enviado desde que nos escribimos. No quiero molestarte, o tal vez si, si es que es molesto pedirte que me escribas, ya que verte cada vez se torna más lejano.



He entrado en un periodo de tranquilidad, es como si el lago se hubiera aquietado tras el sacudón de la caída de una enorme piedra, las ondas recorrieron todo mi ser, pero han llegado a la quietud. Por eso deje de escribirte hace varios días. A esa impetuosa necesidad de escribir para ti, que me embargó desde el día que te fuiste la ultima vez, le han seguido unos días de una modorra literaria. Pero es este letargo en el que he caído, es el que me ha dado la tranquilidad de volverte a escribir.



He empezado a entender el ritmo de los tiempos, los de ahora, sobre todo tus tiempos, pero más aún he empezado a no desesperarme más por mis tiempos. Cuando te dije que te amaba, no fue para nada una sentencia. Se que en esta sociedad el amor es una carga; sobre todo para quienes las reciben. Un “yo te amo” es un rótulo que quema como un herrete, una marca de fuego que se debe cargar, que se debe sufrir, ojala para siempre.



Mi amor, lo digo repetidas veces así parezca un eco, es un canto de alabanza a la libertad. No es fácil de entender, ni siquiera para mí. Hay noches en las cuales despierto y me exijo a mi mismo escribirte una “orden” de regreso, pero al amanecer entiendo la belleza de esta soledad en la cual te espero. Créeme, si me enamoré de ti, es porque nos parecemos en muchas cosas, no solo por el impetuoso deseo o por la desbordante alegría que nos deparamos. Si te amo es porque alcanzamos a entender el valioso precio de la libertad.



Sé entonces a quien yo amo, por qué te amo y cuanto disfruto de ese amor.



Eres impetuosa, en eso te pareces también a mí. Eres como yo a la edad que tienes hoy, decidida a jugarte la vida misma por amor y a jugarte el amor por ser libre, por lo cual no puedo ser inferior a este reto.



Justo hoy, hace tres meses, en una noche de luna llena, debajo de este techo, en esta cama, con una copa de vino en cada mano, te juré que te amaría para siempre, así el “para siempre” sea fugaz o momentáneo. Esa noche llovía a cantaros y nosotros éramos una hermosa fogata que encendida crepitaba al contacto de nuestros cuerpos. Me gusta recordar los pasajes que me trae esta luna. Embriagarme de recuerdos es una forma de mantenerme cuerdo a pesar de tanta ausencia.



Esa noche de luna llena, allí en la mesita de noche, te sentaste desnuda a cantar con tu copa en la mano; tus nalgas dejaron dibujado un corazón en el vidrio y yo lo recalqué con un marcador a la mañana siguiente. Me dejaste firmando esa figura y le pusiste un beso con tu labial rojo intenso. No tengo una fotografía tuya, pero tengo esa marca indeleble que no debo cargar, que es al contrario una marca que me hace volar, que me catapulta al infinito, a la libertad de amarte así sea en este tiempo de espera, este tiempo de espera que alumbra la luna llena y un corazón pintado sobre un vidrio. Yo le coloqué el jarrón de vidrio con agua que cambio cada mañana y una rosa roja que lleva allí una semana, quiero recordar la rosa que Saint-Exupéry le pinta al Principito.



Te amo. Si. Como sólo puede amar un loco enamorado del amor. Un loco libre, libertario, bajo la luz dulce de la luna llena, con el sabor de tus labios en la memoria de mi cuerpo, con la pasión que crece y se acumula para cuando regreses a despedirte de mi de nuevo.

LLUVIA


jueves, 2 de octubre de 2014

SANTA LUCIA






Domingo negro
Lluvioso domingo
Sombra de invierno

Que sombra
Sombra eres
Oscura sombra
Sombra en mi cerebro
Sombra en mi cuerpo
En mis ganas de no hacer nada


Sombra negra
Negra mancha
De ese domingo
Que me pone a pensar
Que ya tu sombra no pasa
Por entre las sombras
De mis cuarteles de invierno.


I
Recuerdo el día en que todo comenzó, lo cierto es que tuve la sensación de que algo iba a cambiar. Al principio todo fue normal, la rutina diaria. Despertar, el saludo de todos los días - monótono casi sin palabras- el estremecedor contacto del cuerpo con el agua fría, escoger lo que me iba a poner. El mismo Jean descolorido del día anterior, la camiseta blanca, el buzo negro, la chaqueta roja y azul y la ruana de lana.


Hacia mucho frío, caía esa llovizna que emparama ayudada por el viento y me dispuse a salir. Tuve la sensación de que algo me esperaba a mi llegada, ese no sé qué, que recorre las entrañas y que algunos llaman corazonada se apoderó de mí mientras abordábamos el taxi que nos llevaría al colegio de los niños.


No sé por qué estaba tan atento, la verdad es que a mí esas actividades nunca me han llamado la atención, me aburren y más un domingo a las 8:30 de la madrugada, pero estaba allí haciéndome el gracioso en medio de un día gris y lluvioso.



II
Debo confesarles que los acontecimientos me tomaron por sorpresa, es que de repente el día oscuro y lluvioso se tornó en un medio día soleado y acogedor, los niños revoloteaban y los padres ansiosos bebían chicha y cerveza y hasta unos cuantos comenzaron a tomarse unos tragos de aguardiente, los kioscos de comida se abarrotaron de gente y los núcleos de familia organizaban su tribu para devorar los platillos.


Yo había hecho lo propio, es más me había dispuesto a acabar de almorzar para dar la orden de retirada; al fin y al cabo indio comido, indio...
 
Lo que sucedió a continuación no tiene nombre ni explicación coherente alguna. Estoy a punto de creer que alguna mentalidad extraterrena se divirtió conmigo propiciando todo eso, pero solo sé que me levante de un solo empujón cuando la miré asomarse en medio de la gente, me abrí paso entre todos y la salude con un beso en la mejilla y ella me respondió con un abrazo, de pronto todo se torno de colores, era algo así como la llegada de la televisión a color luego de mucho tiempo de mirar en blanco y negro, me despertó la música, esa música que se escapa casi todos los días de mi recuerdo y cuyo ritmo y letra es universal e inteligible, que se acopla a cualquier ritmo o volumen y que suena desde ese día, cada vez que me asalta la nostalgia.
 
Todo giró en un torbellino rápido, recuerdo su risa, su risa música sensual y aniñada que parece ser el motor de todas mis acciones desde ese domingo de invierno con sol.


III

Como una mariposa que bate sus cuatro alas fibrosas dejando un halo de luz por donde pasa, como un sueño que había soñado una y otra vez durante no sé ya cuanto tiempo, estaba allí. Nadie sabía del encuentro que estaba por suceder, nadie, ni las brujas.

Las hojas jugaban en las esquinas movidas por remolinos de viento y las voces se tornaron en un susurro, susurro sin palabras, susurro de miradas. Ojos castaños, pelo de cobre. La tarde caía deslizándose por su cuerpo de gata, su risa resonaba ocupando todo el espacio, su voz cubrió el aire y de pronto nada se movía.

- ¿Bailamos?

- Vamos

De tu querida presencia, Comandante Che Guevara...


Se acercó lentamente, como en un cuento de hadas todo desapareció, no había nada y su mirada se posó repetidas veces en mis ojos, el entorno era de estatuas que instantes antes eran hombres, mujeres y niños.

Pero no había nada, solo estábamos ella y lo que desde ese momento empecé a ser yo.

Todo fue lento, primero se posó frente a mis ojos, ojos castaños, cejas de cobre, luego su boca se adelantaba y se abría y los ojos se miraban y los labios se convertían en fruta, fruta prohibida. Primera vez, inolvidable primera vez, de un beso que no era apasionado, ni sensual, ni furtivo y a la vez era todo eso junto y ese instante de un segundo del roce de unos labios se hizo eterno.

Solo entonces se oyó su risa y los pies encontraron el suelo, solo entonces las miradas inquisitivas se clavaron en mi espalda. Los brazos se juntaron amorosamente y no dejamos de mirarnos a los ojos.


Por segunda vez esa música se apodera del entorno, esa música que viene desde el principio de los tiempos, ritmo sutil y más antiguo que el hombre, un aire viejo que se metió en mis poros trayendo recuerdos ancestrales y olores añejos, cascada de cabellos de cobre, silencio de música en mi cuerpo.

IV

En la intimidad de su habitación se entremezclan los sentidos y los besos, me sumerge en universos conocidos e insondables y mis manos cabalgando entre los sueños buscan en su geografía la tibia humedad de tus adentros. De improviso surge de la nada una pasión incontrolable un ritmo nuevo que se funde con el viejo, el aire de vals es ahora heavy metal, sus ojos brillan mientras nuestros cuerpos se bañan en una lluvia de sueños, sueños posibles, dulces sueños.

La música suena por tercera vez en un mismo día, una flauta ancestral que llega desde míticos templos, una música de taitas y chamanes escapados del destierro, mientras ella se convierte en un símbolo vivo del amor.

Luego, como una costumbre que duele en la piel, en el deseo, los líquidos burbujean cobrando vida extraña y un olor que se convertirá en símbolo de ese amor de fuego que me acompaña desde ese día para siempre.

La fiesta en la casa de los mitos se suspende y yo regreso de nuevo a la isla de mi realidad. Miro reflejada en un charco la figura del ser en el que me he convertido desde ese domingo de invierno.


V

Cuando terminó la película salimos a la calle, escuchó su palpitar mas claro que las palabras que brotaban de mi boca sin remedio. Mis primeras dificultades comenzaron cuando intenté darle explicación a lo que estaba sintiendo, a través de un grupo de ideas encontré el camino hacia una disculpa por lo ocurrido ese domingo de hermosos recuerdos.

Que era mejor seguir siendo amigos, que fue culpa del trago, de repente apareció la luz de su casa tornando de un mágico color su rostro pálido. Todo estaba dicho, no podía repetirse esa locura, mis hijos, su hijo, nuestra linda amistad, mi amor platónico, porque saben, no hay nada mas duro que lograr acercarse tanto a un amor platónico, tocar el cielo con las manos es la premonición de una dura caída. Porque un amor entre los dos era impensable, inaguantable, incalificable, inconstitucional... Pero a la larga fue irremediable.
VI

Miré sus ojos húmedos y la seguí, el amor se me salió por los poros, por los ojos en un mar de lagrimas que no podía contener, subimos de nuevo a su cuarto donde sin prisa pero sin pausa nos amamos, nos besamos, nos saboreamos como si fuera él ultimo deseo de un moribundo, como si supiéramos que con el sol de la mañana se iba a acabar el sueño, como queriendo dejar grabado en nuestros cuerpos ese amor que jamás seria un amor sereno.

Todos ignoran la forma en que nos hicimos uno, no el uno para el otro, ¡nos hicimos uno!. Respirando el mismo aire, bebiendo el sudor de nuestros cuerpos, alimentándonos de sueños, drogándonos con nuestros propios fluidos, bañándonos de tiernos deseos.

Aprendimos a hacernos el amor todo el tiempo, a desnudarnos hasta de nuestros complejos y entonces fuimos libres, felices y bellos, porque la belleza no es física la belleza es poder despertar y mirarse en sus ojos castaños y enredar la mano en su cabello de cobre, la belleza es escuchar la primera palabra de sus labios y terminar el día con un beso de su boca.

Mientras tanto yo la miraba placida en su sueño, tenía miedo de que ella despierte, lloraba en silencio, lloraba por que sabía muy adentro que eso iba a terminar y que todo regresaría a la normalidad.


VII

No estoy en condiciones de expresar con simples palabras el por qué de mi destierro, cuando llegue el momento, tal vez lo sepa y entonces lo diré.

He sido compañero inseparable de lo insólito, de lo irreal, de lo quimérico, he trasegado por mares de utopía y he emprendido batallas contra molinos de viento, quedándome solo al final de este trasegar.
A la sombra de un sueño camino en contra vía de aquellos que lo han olvidado todo y se ocupan solamente de sobrevivir, ignorando que son sólo sobrevivientes, me aleje, si lo acepto, de la dama de mis sueños, de la mujer que dejo todo por mí, dedicando mucho tiempo ha inventar cosas y palabras que me hicieran feliz, mujer-magia, mujer-vida, mujer que se entrelaza en mis mas hondos deseos, mujer que dejo libre, aún atado a su recuerdo, que lloro en silencio y que prefiero libre y feliz aún con otro, otro que pueda construir el castillo de sus anhelos, otro que me robe su presencia, así ella forme parte para siempre del aire que respiro, del agua que mitiga mi sed, del amor de mis amores. Pues ella ha retornado a su pedestal de amor platónico, de deseo quimérico, un sueño del cual he despertado y por eso no estoy sufriendo porque muy en mis adentros sé, que somos para siempre uno, no el uno para el otro, somos por toda la eternidad uno, un solo ser en dos polos extremos.