jueves, 4 de julio de 2024

CARTA DE AMOR 7

 CARTA DE AMOR 7

Señora hermosa,

Salió el sol después de llover a cántaros. Anoche llovió toda la noche y, en este momento en el cual hay que esperar que lleguen unos compañeros, le escribo.

Apenas estoy sumando días de escribirle. Sé que no era parte de mi vida cotidiana, pero se ha convertido en un gran momento. Y es que llega de repente esa sensación de tener que decirle, al menos con unas palabras, cuánto la pienso.

¿Cuántos años han pasado desde que la vi por primera vez? Ya son varios, los suficientes como para entender que esto que siento lo debía decir ahora, pues nadie me asegura que habrá otra oportunidad.

Me atreví, que es lo que me importa ahora, a dar ese paso casi al vacío con la mano en el corazón y cerrando los ojos como debe ser al saltar en paracaídas, pensando en esa frase de García Márquez que leí una vez hace tanto tiempo en un grafiti en esta fría Bogotá: "El amor es eterno mientras dura".

Ningún lugar en la vida es más triste que una hoja en blanco, una página sin palabras ni destino. Por eso le escribo, porque cuando la veo me limito a saborear el tiempo y deshilar cada espacio para que se vuelva eterna en mi recuerdo. Porque eso fue lo que aprendí a hacer cada vez que la encontraba. Por eso casi enmudezco cuando la encuentro y debo recurrir a las letras para explotar esta sensación de vacío o de llenura absoluta. Es una mezcla de todo: de ansias y de amor, de alegría y de tristeza que me obliga a escribir y dejar salir las mariposas del estómago, como las mariposas amarillas ante la presencia de Mauricio Babilonia por ese amor tan profundo por Renata Buendía, en una clara muestra de amor y soledad al mismo tiempo.

Señora bonita, amiga de mi alma, usted es esa mezcla del todo y de la nada, de la luz y la oscuridad, de plena satisfacción y la soledad absoluta. Mi amor escondido, que al liberarse puede ser que muera como las mariposas en un solo día, pero que vale la pena volar al infinito, gozar la lluvia o sufrir el calor del sol para poder sentir la grandeza de la vida.

“Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor,” decía Gabo por allí en alguno de sus escritos mágicos. Pero yo no quiero morirme sin antes decírselo de mi propia boca, mirándola a los ojos, entendiendo que este sentimiento no podía quedarse en el olvido, en el secreto de una verdad a todas luces. Porque, aunque no haya explotado como lo hice en estos días, usted siempre lo supo, siempre lo intuyó, lo leyó en mis ojos desde las primeras tardes en que me alegraba la vida oyéndola hablar y reír a carcajadas.

El cielo se volvió a nublar, las calles vuelven a serpentear entre riachuelos y llantas, las gentes se guarecen en las paredes de los almacenes, y yo desde acá miro como en un video musical pensando en usted.

Espero curarme de usted en unos días, volver a mis silencios, soñarla despierto, pero en silencio, sin letras ni palabras. Dejar de verla en mis textos, dejar de beberla en mis cafés de la tarde, dejar de sentirla cuando abrigo las palmas de mis manos con el calor de mi aliento... Espero curarme de usted, señora hermosa, vida de mi vida, aunque la mejor manera de curarme sea también un doloroso e insoportable dejar de pensar.

Suyo con amor,



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