martes, 16 de julio de 2024

MUJERES DE BARRO

Mujeres de Barro



Desde el corazón de esta tierra antigua, nacidas del vientre fecundo, vienen las mujeres de barro. Sus pies descalzos han caminado senderos milenarios, sus manos han tejido historias de amor y resistencia, y sus ojos han visto el sol nacer y morir en un ciclo eterno de vida y muerte. Ellas son portadoras de la savia ancestral, que corre profunda en sus venas, recordándoles que su existencia es un eslabón en la cadena infinita de sueños y memorias.



Forjadas en el fuego del sol, su piel guarda el calor de las estrellas y la sabiduría de las montañas. En las noches silenciosas, cuando la luna llena ilumina el mundo con su pálida luz, las mujeres de barro cantan. Su voz es un eco de mil voces, un susurro que viaja a través del tiempo, despertando los espíritus dormidos de los antepasados. Cada nota es una caricia al viento, un abrazo a la noche, un rezo por la tierra que las vio nacer.



Durante el día, sus manos crean y destruyen, moldeando el barro con la misma destreza que los dioses antiguos. En cada pieza que nace de sus dedos, se entrelazan los sueños de los niños y las esperanzas de los ancianos, formando un mosaico de vidas entrelazadas.



Ellas son fuertes y quebradizas a la vez, como la tierra que las compone. En su fragilidad reside su mayor fortaleza, y en su fortaleza, la belleza de lo efímero. Las mujeres de barro son el puente entre lo visible y lo invisible, entre el cielo y la tierra, entre el pasado y el presente.



Desde el amanecer de los tiempos, cuando el primer rayo de sol acarició su rostro, su espíritu renace con el día. Es en ese momento, cuando el mundo aún está en silencio, que ellas se convierten en una con la naturaleza, en una con la vida misma. Porque en cada aliento, en cada latido de su corazón, las mujeres de barro llevan consigo la esencia de todo lo que fue, lo que es y lo que será.



Es por eso que, en todos mis caminos andados, en todos los rostros que he visto, en los ojos, en las manos y por supuesto en los besos, he aprendido a reconocer a las mujeres de barro. Tú eres una de ellas y te necesito en mi vida, caminando a mi lado el trecho que aún me falta por descubrir.



Jorge Narváez Ceballos.



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