CROCHET
Entre risas y suspiros, entre las luces tenues que iluminaban sus rostros y los murmullos de la ciudad que nunca descansaba, Amaranta y Félix encontraban en esos momentos una paz que parecía escasear en otros lados. Era la víspera de Navidad en Cali, un día que normalmente traía consigo la promesa de reuniones familiares y festividades, pero para ellos, dos milicianos del M-19, era otra noche de vigilancia y preparativos clandestinos.
Amaranta ajustaba discretamente el radio, asegurándose de que las frecuencias estuvieran claras mientras Félix repasaba en voz baja el plan. Desde su escondite en una casa vieja del centro de la ciudad, observaban con cautela los movimientos en las calles. Las luces intermitentes de los coches y el bullicio de la vida nocturna se mezclaban con el susurro del viento fresco que descendía de las montañas cercanas.
—¿Crees que podamos lograrlo? —preguntó Amaranta con un tono de determinación en su voz, aunque sus ojos reflejaban preocupación.
Félix la miró con una sonrisa tranquilizadora. Era su compañera de lucha y confiaba plenamente en su valentía y habilidad.
—Lo lograremos. Tenemos que lograrlo—respondió, colocando una mano sobre el hombro de Amaranta.
Ambos compartieron un momento de silencio cargado de significado, hacía poco que Antonio había abandonado la casa de seguridad. En aquel refugio temporal, rodeados por la oscuridad y la incertidumbre, encontraron la fe en la causa y el amor que sería su único recuerdo de esos días.
El reloj marcaba las 8 de la noche de la víspera de navidad de 31 años después, Amaranta y Félix llegaron puntuales, con el deseo de volverse a encontrar. A medida que la noche avanzaba, las estrellas brillaban sobre Cali, no dijeron nada solo se fundieron un inmenso abrazo.
Finalmente, en las primeras luces del amanecer del 25 de diciembre, el silencio se rompió con la música ya no era el sonido de pasos apresurados y el eco distante de sirenas. Amaranta y Félix intercambiaron una mirada cargada de entendimiento, listos para contarse lo que pasó después de que fueron llevados, antes de desaparecer en las sombras; él en la tercera brigada donde su tío, el Coronel le salvó la vida con la condición de salir del país y ella, bueno, ella fue tirada después de ser abuzada por los 12 soldados y el suboficial en la entrada a Pance.
—¿Te acuerdas? Esa noche compramos un vino y yo te iba a contar algo, en aquel momento fugaz de calma antes de la tormenta, donde la paz efímera la encontrábamos entre risas y suspiros, sin saber que, el destino y el escuadrón del B2 nos iba a separar de esa manera. ¿Te acuerdas?
Solo se miraron y lloraron cuando ella saco de su bolsillo un par de escarpines en crochet.
Jorge Narváez C.
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