CARTAS DE AMOR 23
Señora bonita,
Usted es la poesía que no se deja
atrapar en los libros, sino que se desliza entre los susurros del viento y los
silencios compartidos.
A veces, me pregunto si en alguna
vida pasada fuimos estrellas que se encontraron en el vasto cielo para trazar
constelaciones de amor. Tal vez, para usted, esto pueda parecer la más cursi de
las revelaciones, la más desubicada, la más inverosímil. Pero me di cuenta de
que sería más erróneo no decirlo, que sería una traición dejar de expresarlo.
No me pida que deje de escribirle, que deje de soñar con usted, que abandone
esta locura que nos pertenece en nuestros propios hechos.
Siga siendo esa rosa que desafía
las sombras, mi rosa adorada, mi pequeño planeta de sueños, la luz que
desdibuja los contornos del día y la sombra que abraza mis noches. Permítame,
señora mía, continuar siendo su eterno enamorado y el fiel guardián de la
esperanza de volver a verla.
Cada amanecer, cuando la luz de
la mañana se filtra por mi ventana, mi primer pensamiento es para usted, como
un poema que empieza con su nombre y termina con la promesa de un amor
infinito.
Con un cariño que desafía el
tiempo y el espacio, me despido, esperando que cada palabra le recuerde lo
profundamente que la amo.
Siempre suyo,
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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