CARTAS DE AMOR 26
Señora bonita,
Mi amor empieza por desear, desear mirarla, desear oírla,
desear sentirla, desearla. Porque es así que empieza el verdadero amor. En cada
latido de mi corazón, en cada suspiro que escapa de mis labios, se encuentra el
anhelo profundo de tenerla cerca, de compartir cada momento, cada risa, cada
silencio.
No es solo la presencia física lo que busco, aunque eso
también sea un bálsamo para mi alma. Es su esencia, su ser, lo que realmente
ansío. Deseo mirarla, no solo con los ojos, sino con el alma; ver más allá de
lo visible, adentrarme en sus pensamientos, en sus sueños, en sus miedos y
alegrías. Porque en esa mirada compartida, encuentro la paz que mi corazón
inquieto necesita.
Desear oírla, no solo su voz melodiosa, sino también el
silencio entre sus palabras, los murmullos de su corazón. Cada palabra suya es
un verso en el poema de mi vida, cada risa, una melodía que llena de armonía
mis días. Y en esos momentos de callada complicidad, cuando nuestras almas
conversan sin necesidad de palabras, es donde encuentro la verdadera conexión.
Desear sentirla, no solo su piel contra la mía, sino su
calor, su energía, su esencia. En un abrazo, en una caricia, en el simple roce
de nuestras manos, hallo la fuerza para enfrentar cualquier desafío. Su presencia
es mi refugio, su tacto, la calma en medio de la tormenta.
Desearla, en todos los sentidos posibles, en cada faceta de
su ser. Porque es en ese deseo que el amor cobra vida, que se nutre y se
fortalece. No es un amor superficial, pasajero. Es un amor profundo, arraigado
en el alma, que se expande y crece con cada día, con cada pensamiento, con cada
susurro.
Así empieza el verdadero amor, con el deseo genuino de
estar, de ser, de compartir. Con la certeza de que, aunque el mundo cambie,
aunque los días pasen, este sentimiento se mantendrá intacto, inmutable. Porque
usted es mi sueño, mi inspiración, mi todo.
Con todo mi amor,
Jorge Alberto Narváez Ceballos.
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