Los Taitas Guardianes
Ante mí,
El Chiles y El Cumbal se alzan,
sombras de piedra, dormidas en lo hondo del cielo,
sus respiraciones largas
se funden con los vientos que aún cantan de antaño.
En su quietud vibra el eco
de secretos bien guardados,
un murmullo que solo el corazón de los montes comprende.
Detrás,
el Azufral, en su vigilia silenciosa,
guardia de nieblas y sombras,
hila su historia
en las piedras ardientes,
en la tierra que no olvida
el paso de los tiempos,
en su entraña verde, profunda.
Sigo mi senda,
y bajo mis pies
el Galeras, susurra.
Un volcán eterno
que acoge las cenizas del tiempo,
quieto, vigilante,
pero en su interior, la vida bulle
como un corazón que late en el pecho de la tierra.
En esta danza muda
de colosos antiguos,
me descubro,
una partícula de polvo de estrellas flotando,
una voz que resuena entre montañas,
que busca su ruta
entre el origen y la llama,
entre el olvido y lo eterno.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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