El retorno
Los pasos resuenan en la madera
vieja, como el susurro de vidas pasadas, como hojas secas que fueron arrancadas
del árbol y lanzadas al viento. Cada crujido es un lamento antiguo, el eco de
las voces que un día habitaron estas paredes. ¿Dónde están ahora? ¿En qué
rincón del tiempo se escondieron? El viento suave, que antes traía noticias de
otros mundos, ahora arrastra fantasmas. Los muertos caminan con nosotros, lo
sabemos, pero no siempre escuchamos sus pasos.
El polvo se levanta despacio,
perezoso, como si también hubiera estado esperando nuestro regreso. Se desliza
en el aire, danzando, como una bruma dorada al amanecer, que no olvida. Cada
partícula es una historia, un grano que guarda en su pequeño cuerpo la memoria
de lo que fuimos antes del miedo, antes de la huida. El polvo es testigo, ha
visto pasar las sombras de los que un día salieron sin saber si volverían.
El reloj en la pared, ese que
nunca se detuvo mientras huíamos, ahora es otro sol. Pero este sol no quema, no
avanza. Se ha cansado de girar en su órbita y se ha rendido. Mira, displicente,
como si supiera que aquí, el tiempo es otro, uno que no se mide en horas sino
en silencios. El tiempo se esconde entre los muros que escucharon gritos y
susurros, entre las ramas que crecieron salvajes en la ausencia de nuestras
manos.
En el aire flota algo más que
polvo. Flota la esperanza, esa terquedad humana que no se deja morir. Flota el
aroma de la tierra mojada, el olor del regreso, ese que huele a lágrimas y a
cicatrices. No tiene nombre lo que sentimos al volver, porque las palabras no
alcanzan para lo que hemos vivido. No se toca, pero está allí, en cada rincón,
en cada piedra que nos vio crecer. Es la memoria, que calla, pero no olvida. Es
la casa que nos espera, silenciosa, vacía, pero siempre nuestra.
Y aquí estamos, de vuelta,
llenando de nuevo las habitaciones con nuestras voces, nuestras risas, nuestras
ausencias. Porque volver no es solo regresar al lugar que dejamos, es también
hacer que la vida, la nuestra, vuelva a empezar.
¿Ahora ya sabe porque celebramos
tanto este pequeño triunfo? ¿ahora ya entiende que es el momento de nosotros,
los nadies?
Vivir sabroso es esto, sentir el
sol por entre las ventanas de mi casa, otra vez.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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