domingo, 1 de septiembre de 2024

EL SOL DE LOS VENADOS

El Sol de los Venados

 

En tiempos remotos, cuando los dioses caminaban entre los mortales, al ver la majestuosidad de un gran venado que todas las tardes subía a la cima de la montaña para ofrecer su devoción, decidieron regalarle un fulgor que solo los venados podían ver. Esta luz no era la que iluminaba los días, ni la que llenaba la luna cada ciclo, ni la que guiaba a los viajeros. Era un fulgor escondido, guardado en el corazón de la montaña, y su resplandor alimentaba la vida de los venados, dándoles fuerza para correr por los bosques y saltar entre las sombras.

 

El sol de los venados no quemaba ni cegaba; acariciaba el alma de estos seres, llenándolos de sabiduría ancestral. Cada amanecer, los venados se reunían en la cima más alta, donde el cielo se encontraba con la tierra, y allí, en silencio, recibían la luz que les hablaba en un lenguaje que solo ellos entendían.

 

Pero un día, los hombres, con ojos codiciosos y corazones insaciables, descubrieron la existencia de esta luz secreta. Creyeron que, si podían capturarla, podrían dominar la naturaleza y controlar el destino de todas las criaturas. Armados con arcos y flechas, subieron a la montaña, decididos a arrebatar el sol a los venados.

 

Al ver a los hombres acercarse, los venados comprendieron el peligro. Se miraron entre sí y, sin decir palabra, comenzaron a correr hacia el sol. En su carrera, la tierra tembló y el cielo se oscureció. Los hombres, sorprendidos por la furia del mundo, intentaron detener a los venados, pero fue en vano. Uno a uno, los venados saltaron al corazón de la montaña, fusionándose con la luz.

 

Entonces, el sol de los venados se apagó, escondiéndose en lo más profundo de la tierra. Los hombres, al ver que no podían atraparlo, se marcharon, dejando atrás solo el eco de su ambición.

 

Desde aquel día, los venados que quedaron unidos a la luz salen a visitar a sus parientes. Corren por los bosques, y en sus ojos brilla el sol secreto. Entonces, antes de las noches más oscuras, cuando la luna apenas se asoma, se puede ver un destello fugaz que une el cielo con el corazón de la montaña, tiñendo el firmamento de rojos y regresando otra vez a su lugar secreto. Así, la montaña sigue guardando el secreto del sol de los venados, esperando el momento en que la humanidad aprenda a ver con el corazón y no con los ojos, para que la luz pueda regresar y los venados vuelvan a danzar bajo su brillo.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos



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