En mi memoria
Mi piel guarda el eco de tus
caricias, esas que dejaste como huellas invisibles en cada rincón de mi cuerpo.
No importa cuánto tiempo haya pasado, cada poro aún te recuerda, como si tu
tacto fuera una brisa que nunca se disipa, un eco suave que resuena en la
sangre. Mi piel tiene memoria, y esa memoria es más nítida que cualquier
recuerdo que mi mente pueda invocar. Es en la quietud de la noche, cuando el
silencio es profundo, que siento el peso de tu ausencia como una caricia
invertida, un vacío que toca y duele.
Mis manos, que una vez
recorrieron la geografía de tu cuerpo, ahora se quedan vacías, buscando lo que
ya no está. Y aunque el tiempo ha intentado borrar los surcos que dejaste, mi
piel no cede, no olvida. Cada cicatriz, cada marca, es testimonio de ti, de lo
que fuiste, de lo que soy cuando te pienso. Es extraño cómo el cuerpo guarda lo
que el alma se empeña en soltar. Mi piel te invoca, te reclama, aún en esos
días en que me esfuerzo por olvidar. Pero no puedo. No puedo porque tu ausencia
tiene el mismo peso que tu presencia, y mi piel, fiel testigo de todo, sigue
recordando lo que fuimos, lo que ya no somos.
Mi cuerpo no miente. Guarda el
secreto de lo vivido, y aunque el tiempo intente borrar la memoria de mi
corazón, mi piel aún te lleva, como si tu sombra hubiera quedado impresa en mí,
más allá del olvido.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario