jueves, 26 de septiembre de 2024

EL ECO DEL VIENTO

El eco del viento

 

El viento sopla con la misma furia con que el tiempo nos arrebata de los brazos de la inocencia. Lo veo correr entre los árboles, lo siento en el rostro, como si sus manos invisibles quisieran borrar las huellas que dejamos en la hierba, como si quisiera llevarme hacia el olvido. Pero resisto, aunque el cuerpo se quiebre, aunque la tierra y las hojas secas levanten un polvo que cubra mi mirada. En cada brizna suspendida, en cada soplo que cruza mi pecho, resuena una canción; fragmentos dispersos de un sueño tejido por el silencio, que en esta altura no se desvanece, torbellino disperso que me obliga a cerrar los ojos y aguantar la respiración.

 

La vida es como una ventana abierta al paisaje lejano, que no podemos cerrar, aunque el viento frío nos susurre historias antiguas que nunca se han ido. Y seguimos caminando, siempre, bajo el cielo gris, con la certeza de que algo persiste, incluso en las profundidades más oscuras de nuestro ser. Vivir es como andar a tientas entre los ecos de una tormenta, una mano alzada en la vastedad, esperando que el viento traiga de vuelta un susurro, un destello. Algo que justifique el latido de cada silencio, las cicatrices que el tiempo dejó impresas en nuestra piel. Algo que justifique cada respiro, cada herida que no logramos olvidar.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos

Óleo sobre lienzo
Darwin Córdoba


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