En la soledad
Las lágrimas caen, rodando como
pequeños ríos que dibujan su cauce en la piel. No avisan, no piden permiso.
Emergen desde el lugar más oscuro, ese rincón oculto donde los recuerdos se
amontonan como viejos papeles arrugados, y se deslizan, una a una, arrastrando
el silencio. Rodando por la cara, no son solo agua y sal, son fragmentos de las
historias que fuimos, de los abrazos que no volvieron, de los nombres que se
apagaron.
El recuerdo, incansable, golpea
con fuerza. Insiste en regresar, una y otra vez, como las olas que se niegan a
abandonar la orilla. Busca entre las sombras a las personas que conocí, a esos
rostros que el tiempo ha desdibujado pero que el alma aún guarda con cariño. En
este mundo de dolor, donde las cicatrices no siempre se ven, las lágrimas
hablan por nosotros. Hablan de lo perdido, de lo que nunca fue, y de lo que,
quizás, algún día, volveremos a encontrar.
Te busco…
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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