Aquí, en tus brazos
Como la niebla que se posa sin ruido,
envolviéndome en un manto de quietud,
donde los susurros del viento
se convierten en canciones antiguas,
que hablan de tiempos olvidados.
Como las viejas casas de barro
que resisten inviernos y tempestades,
guardando en sus paredes
el calor de generaciones pasadas,
el eco de risas que nunca mueren.
El mundo se detiene,
y las sombras se disipan,
dejando solo la luz tenue de una lámpara
que parpadea en la distancia,
recordándonos que incluso en la oscuridad
hay un resplandor que nos guía.
En ese instante,
el universo se reduce a este momento,
donde nada más importa,
donde el pasado y el futuro
se desvanecen como las sombras al amanecer.
Encuentro la paz que anhelo,
la certeza de que, a pesar de todo,
siempre habrá un lugar
donde el amor y el silencio
se encuentran para danzar.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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