sábado, 10 de agosto de 2024

LA TEORÍA DEL CARACOL

 LA TEORÍA DEL CARACOL

 

En este mundo donde el tiempo fluye como un río indomable, algunos se detienen. No por pereza, ni por simple capricho, sino porque han descubierto un secreto que el mundo rápido ha olvidado: la belleza del reposo.

 

En la quietud del amanecer, cuando el sol apenas acaricia la tierra y el silencio aún reina, esos seres sabios estiran los brazos, desperezan el alma y saludan al día con un susurro suave, como si temieran despertar los sueños que aún flotan en el aire. No es una demora, sino un ritual; no es lentitud, sino un homenaje al tiempo. Porque en ese instante, al borde de la eternidad, el corazón encuentra su verdadero latido.

 

Ellos saben, como lo sabe el caracol que avanza sin prisa, que no hay necesidad de correr hacia la muerte. ¿Por qué apresurarse hacia el final cuando cada paso puede ser una danza, cuando cada respiro puede ser un canto? La sabiduría no se mide en la velocidad de los días, sino en la profundidad de los momentos.

 

Amo, dicen, lo que el mundo rápido condena. Amo detenerme, perderme en el tiempo hasta que un minuto se convierte en un universo. En la libertad del ocio, en la negativa a apresurarse, hay una alegría que pocos conocen. Y es que, en la lentitud, en el andar pausado, en la quietud del viento, se encuentra la verdadera esencia de vivir.

 

Y así, mientras el mundo corre, ellos permanecen, saboreando cada instante, tejiendo con calma el hilo de sus vidas. Porque han comprendido que en la lentitud se esconde la eternidad, y que el sabor de la vida se encuentra en esos pequeños momentos donde el tiempo se detiene y el corazón, finalmente, se siente en casa.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos. 



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