lunes, 19 de agosto de 2024

CARTA DE AMOR 33


Señora bonita,

 

No puedo evitar pensar en usted cada día. El destino, caprichoso como siempre, me negó otra vez la oportunidad de saludarla, pero mi corazón, terco, se niega a desanimarse. En lugar de apagarlo, esta ausencia alimenta la llama de mi esperanza, aviva el fuego de mi deseo de verla, de sentir su presencia cerca, aunque sea por un instante.

 

Cada vez que nuestras miradas no se cruzan, me queda una sensación extraña, un vacío que no hiere, sino que aviva. Ese vacío, lejos de debilitarme, se convierte en el motor que impulsa mis ganas de esperar, de soñar con el día en que nuestras vidas vuelvan a encontrarse, como ríos que, tras un largo viaje, se funden en un mismo cauce.

 

Es curioso, sí, cómo el no verla se convierte en el mejor pretexto para seguir esperándola, para continuar imaginando su sonrisa, su voz, su manera de habitar el mundo. Cada instante en que la pienso, en cada rincón donde la imagino, mi corazón se llena de un anhelo que crece como una planta en primavera, estirándose hacia la luz de la esperanza.

 

Y es que, en el fondo, sé que este deseo de verla no hace más que aumentar el valor de cada encuentro. Cada ausencia suya, cada día sin su presencia, es una promesa que se guarda en el cofre de mis recuerdos, una promesa de que, cuando por fin la vea, ese momento será aún más especial, más único.

 

Así que no pierdo la esperanza. Cada día, mi amor por usted crece, se alimenta de la dulce posibilidad de que nuestros caminos vuelvan a cruzarse, de que ese próximo encuentro sea la culminación de todo lo que he soñado.

 

Con todo mi amor y anhelo,

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos.

Fotografía:Arte Cultura y Tradiciones de Nariño


 

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