viernes, 30 de agosto de 2024

CARTAS DE AMOR 36

CARTAS DE AMOR 36


Señora bonita,

 

No importa que las voces se apaguen en la distancia y que el mundo entero dé media vuelta, dejando a la soledad de esta senda desnuda, no importa que el horizonte se derrumbe y que las sombras se estiren como profecías que no fallan. Me juego la vida porque en la derrota, esa que parece segura, habita una victoria clandestina. Eso que para muchos es caminar hacia un abismo sin fondo, es comprender que en la caída vive el vuelo. Entonces entiendes que en el acto de darlo todo sin esperar nada se alcanza la plenitud de los vencedores; pero eso la muchedumbre nunca lo podrá comprender.

 

Qué importa que el viento sople de frente, que el destino ya haya dictado su veredicto. Existe una fuerza que supera la lógica, una verdad más honda que las certezas, y es esa verdad la que me empuja, la que me arrastra sin piedad, sin mirar atrás, sin calcular el precio. Jugarse la vida por una causa perdida es inscribirse en la memoria de los que no se rinden, de los que no aceptan lo que es porque creen en lo que debería ser es el verdadero camino. Es perderse para encontrarse, morir para vivir de verdad, y en ese acto de entrega, descubrir que la derrota no es más que una victoria disfrazada, una que solo aquellos que han amado hasta el fin pueden entender.

Es así como esta llama se enciende con más furia que todas las luces que el éxito pueda encender. Jugarse la vida por una causa perdida es abrazar lo imposible, desafiar al sentido común con un corazón que late por lo invisible, por lo que no se toca, pero arde marcando el camino, para uno y para todos. Entonces es como si el universo contuviera el aliento en un suspiro profundo y en un momento todo cobra sentido, las palabras sobran, las miradas llenan los vacíos y estar vivos es la plenitud incomparable.

 

Un salto al vacío muchas veces nos da la razón de vivir, de amar y de luchar de principio a fin. Usted es mi salto al vacío, mi amor sin medida y mi locura por la vida.

 

Con mi amor en carne viva.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos

Óleo sobre lienzo
Darwin Córdoba


 

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