domingo, 4 de agosto de 2024

CARTAS DE AMOR 30

 CARTAS DE AMOR 30

Señora bonita,

 

Tomar una Coca-Cola con usted, un café con tortilla en la caseta de la Carlota, reír de las anécdotas y de los compañeros del semestre, era mejor y más feliz que oír una clase de obligaciones. En parte por mi amor por usted, en parte por su amor por el café, en parte por ese ambiente de bullicio de la plaza Fuchi, en parte por el secreto que nuestras sonrisas tenían ante la gente.

 

Esos momentos se quedaron en mi mente y en la punta de los dedos que hoy le escriben. Encontrarla de nuevo fue para mí de tan gran importancia que ni yo mismo lo había entendido; estar flotando de amor de un lado a otro es fundamental. Un día escribiendo para usted es alcanzar otro universo; las palabras son alas que me llevan y, de pronto, hasta la alcanzan. No sé si usted se haya dado cuenta, pero esa sonrisa que tiene en este momento es parte de esa importancia.

 

Escribo y la miro, y aunque preferiría mirar en sus ojos, como la última vez en medio de ese almuerzo, cuando hablaba y yo solo miraba sus ojos, detallaba el contorno de sus labios, el color de su piel, su cabello cayendo por su cara y posándose en sus hombros, esa alegría que solo disfruto estando juntos como la primera vez.

 

¿De qué sirven tantas palabras? Me podría decir usted. De puente, le respondería. Un puente entre lo divino y lo humano, entre lo posible y lo imposible, entre estos dedos que escriben en el teclado de la computadora y mis manos acariciando su piel.

 

Parece que todos soñamos con alguna experiencia maravillosa que no va a desperdiciarse en sueños. Por eso le estoy contando sobre ello, en cartas como esta, carta que no sé si llegará pero que, si no es escrita, explotaría en mi cabeza. Cada palabra que escribo es una chispa de los recuerdos que llevamos, un fuego que arde en el rincón de mi alma. Tal vez nunca lea esto, tal vez estas letras se pierdan en el vasto mar de palabras no dichas, pero al escribirlas, al plasmarlas en este papel virtual, construyo un puente hacia usted, un puente que trasciende el tiempo y la distancia.

 

Así, querida amiga, mientras estas palabras fluyen desde mis dedos hacia la pantalla, la imagino sonriendo, como aquella primera vez, y me doy cuenta de que, a pesar de todo, de la vida, del bullicio, de las obligaciones, hay algo que permanece intacto y puro: el eco de nuestras risas, la calidez de nuestras miradas y la certeza de que, aunque este puente de palabras pueda parecer frágil, es más fuerte que cualquier barrera que el mundo pueda interponer.

 

Y aquí, en este último renglón, donde el silencio amenaza con tragarse todo, dejo un suspiro y una promesa: seguiré escribiendo, seguiré soñando, seguiré construyendo puentes de palabras, porque es la única manera que conozco de mantener viva la llama de lo que fue este amor y de lo que aún puede ser. Porque en el fondo, siempre seré esa alma flotando de amor, buscando encontrarla en cada rincón del universo.

 

Con todo mi amor, ahora y siempre.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos.



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