Me conviertes en la sombra que vaga entre tus sombras,
en las más hondas pasiones que ocultas como la bruma
a las montañas. Mi piel busca la tuya,
como el viento se aferra a las hojas,
como si de ello dependiera la luz
que apenas se adivina en el crepúsculo.
Somos parte de esta fiebre que arde,
un fuego que no cesa, que consume lo profundo
de las noches, donde el silencio tiembla
bajo cada beso, donde los ríos cantan
y tu aliento me recorre como un eco
que vibra en mis valles.
Caemos, como los ríos caen al vacío,
sin fin, sin miedo,
más allá de lo que los cuerpos pueden contener,
somos un salto al abismo sin orillas,
sin límites, donde nos devoramos como el agua
que arrastra las montañas,
y en esa locura de deseo,
creamos mundos de sombras y fuego,
donde solo existe
el borde infinito
del deseo que nos consume.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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