Despertar
Camino liviano,
sobre la piel fresca del suelo,
y cada paso me anuda
a un secreto remoto,
a un murmullo eterno
que brota desde la tierra.
Los árboles inclinan su susurro al viento,
y yo, en sus sombras, río en silencio,
sabedor de que cada hoja,
cada hebra de luz,
es un pequeño prodigio
que el día despliega ante mí.
Siento el latir de la tierra
como una risa suave en el pecho,
y el mundo se extiende,
profundo y misterioso,
en este día que nace para mí.
Hoy he despertado
con un brillo inocultable en los ojos,
como si una estrella solitaria
hubiera caído en el cuenco de mis manos,
y el eco de su fulgor iluminara
los rincones de mi alma.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
Óleo sobre lienzo
Darwin Córdoba
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