A pesar de los pesares
Te sigo amando porque el amor es como un río que no sabe
detenerse, aunque las montañas se alcen como muros de silencio y las distancias
se expandan como un eco interminable. En cada amanecer, cuando el sol apenas se
atreve a asomarse sobre los bordes del mundo, sé que mi amor sigue fluyendo,
como el agua que busca el mar, aun cuando no lo ve, aun cuando todo parece
lejano.
Amo en los intersticios del tiempo, en los espacios vacíos
que dejas al caminar por otras tierras, por cielos que ya no compartimos. Y sin
embargo, te amo. Te amo en el ritmo de las lunas que callan, en la marea
inquebrantable de tus silencios, esos que a veces parecen infinitos. Pero
incluso en el silencio, en la sombra que dejas al pasar, hay algo que canta,
una melodía hermosa que me devuelve a ti, como las aves que siempre encuentran
el sur, aunque las estaciones cambien y el frío intente congelar sus alas.
No importa cuán lejos estés, no importa cuántas lunas
ocultes tras tu ausencia, yo te sigo amando. Porque el amor no necesita presencia,
solo ese lazo invisible que une lo distante, que resiste los inviernos y las
noches más largas. Te amo, como un árbol que ama la lluvia aunque no caiga en
sus raíces. Te amo y eso es lo único que permanece, la única certeza en un
mundo que se disuelve, que cambia.
Y es lo que importa, ahora y siempre. Amar, más allá del
tiempo, más allá de los pesares.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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