No lo dices, claro.
No eres de esas.
Pero hay días en que algo se mueve,
ligero, como un sobre sin sello,
una taza sin dueño
en el borde exacto de la mesa.
Y entonces lo sé.
Sé que quizás, sin querer,
abres un cajón y ahí estoy,
una postal sin enviar,
una palabra que te suena a mí
aunque no la digas en voz alta.
Y eso basta.
No necesito la frase completa,
ni que pongas mi nombre en medio de la tarde.
Me alcanza ese pequeño temblor
cuando recuerdas que aún guardas
mi número en el teléfono.
Que no lo has borrado.
La alegría no es ruidosa.
A veces es una cuchara en el fondo de un vaso,
una sombra que se queda más tiempo
en el pasillo.
Y si tú piensas en mí, aunque sea un momento,
aunque después sigas doblando la ropa
como si nada,
aunque no lo anotes,
aunque no lo digas a nadie,
yo lo siento aquí,
como se siente la lluvia antes de que caiga.
Y por un instante - uno solo -
no me falta nada.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
Soy de los que piensan que la poesía está en crisis, no por ella, sino por quienes presumimos de poetas sin tener el talante ni el talento, pero al leer esta poesía suya, pienso que entre tanta maraña hay uno que otro poeta que se salva. Yo creo que usted es uno de ellos.
ResponderBorrarMil gracias es un motivo más para seguir este camino
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