viernes, 16 de mayo de 2025

INSURRECCIÓN DEL ALMA


El pueblo no nació ayer.

Nació cuando el trueno aprendió a pronunciar nuestros nombres.

Nació con las manos curtidas de historia, con el pecho sembrado de ausencias,

y con los pies hechos para subir montañas, no para hincarse ante los amos.

 

Nos han querido hacer olvidar,

pero llevamos la memoria en los huesos.

Nos han querido hacer temer,

pero el miedo ya lo lloramos en otras guerras.

Ahora nos toca parir la esperanza con las manos desnudas.

 

No pedimos permiso para vivir.

No aceptamos que nos digan cómo nombrar lo que duele.

No vamos a quedarnos en la casa mientras afuera el mundo se decide sin nosotros.

 

¿Consulta negada?

Entonces la haremos en las plazas.

¿Voto silenciado?

Entonces gritaremos en las canciones.

¿Justicia burlada?

Entonces vendrá la dignidad con rostro de pueblo a poner el cuerpo.

 

La insurrección no es odio:

es amor que se hartó de ser ignorado.

Es ternura que se organizó.

Es justicia que ya no espera turno.

 

El pueblo despierta.

Y cuando despierta, no pregunta: construye.

No obedece: crea.

No claudica: marcha.

 

Porque hay un fuego que no se apaga con decretos.

Un río que no se detiene con promesas.

Una palabra que no se arrebata sin que sangre.

 

Hoy no se trata solo de la Consulta:

se trata del alma de un país.

Se trata del derecho a soñar despiertos,

a amar sin miedo,

a decidir con voz propia.

 

Por eso decimos:

que tiemblen los escritorios si hace falta.

Que ardan los sellos si no nos escuchan.

Que el pueblo no volverá al rincón donde lo condenaron.

 

Porque no estamos solos.

Caminan con nosotros las madres que no se rindieron,

los campesinos que nunca abandonaron la tierra,

los jóvenes que aún creen,

los pueblos originarios que resisten desde siempre.

 

Esto no es solo una insurrección.

Es una siembra.

Una fiesta de futuro.

Una promesa que arde en la garganta.

 

Y ya no hay vuelta atrás.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos



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