jueves, 15 de mayo de 2025

QUE TENGAS UN BONITO DÍA


Te lo dije sin mirar,

mientras te ponías los zapatos

y buscabas las llaves

como quien busca aire.

 

“Que tengas un bonito día”

sonó fácil,

como un saludo de rutina,

pero por dentro

era una forma discreta de pedirte

que vuelvas.

 

No era solo eso.

Era:

que pienses en mí

cuando pares por un café,

que te rías en medio del tráfico

recordando cómo te desabotoné la blusa

sin apurarme,

como si tuviera todo el tiempo del mundo

entre las manos.

 

Era:

que te toque el viento y te acuerdes

de cómo te toco yo,

sin aviso,

sin permiso,

como quien sabe el camino

aunque esté a oscuras.

 

“Que tengas un bonito día”

es lo que digo

cuando quiero decir

que te extraño antes de que te vayas,

que en tu cuello me dejaría vivir,

que ojalá este día no se te pase

sin pensar, al menos una vez,

en mi boca.

 

Pero tú solo sonreíste,

me diste un beso apurado,

y saliste.

Y ahí me quedé yo,

con el eco de tu perfume

y la frase,

dicha y no dicha,

palpitando todavía en la puerta.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos



 

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