viernes, 7 de febrero de 2025

EL SANCOCHO NACIONAL PARA ALIMENTAR LA VIDA


- Oigan, pelados, ¿ustedes saben cocinar un sancocho? No, en serio, ¿alguna vez han echado al caldero yuca, plátano, papa, carne y todo lo que tengan a la mano? Bueno, resulta que hubo un man, un tal Jaime Bateman Cayón, que dijo que Colombia tenía que ser un sancocho. No una sopa aguada, no una sopa de sobre, no un caldo insípido de esos que dan en los comedores comunitarios. No. Un sancocho de los buenos, bien cargado, con su cilantro y su cebolla bien sofrita. Uno donde todo el mundo pudiera echar su ingrediente sin que nadie le dijera que no tenía derecho a meter la cuchara.



- Porque, a ver, parceros, en este país cada quien anda cocinando su propio guiso. Los políticos por un lado con su caldo rancio de corrupción, los empresarios con su consomé de billete, los campesinos con su aguapanela tibia, los paracos esperando a ver quien les tira unas sobras y los guerrilleros con su olla de piedras porque les toca revisar su rollo de recetas ya caducas. Cada quien, en su esquina, como si fuéramos mesitas separadas en un restaurante y no gente compartiendo la misma olla. Y Bateman dijo: “No, esto no puede seguir así, hay que revolver el sancocho”.



- Imagínense esa olla hirviendo. Ahí estaban los obreros echando papa, los estudiantes metiendo su cucharón con ideas, los indígenas con su maíz, los militares con su carne, porque siempre ponen la carne. Y así, entre todos, se cocinaba algo distinto, algo que nadie sabía bien cómo iba a quedar, pero que, al menos, tenía de todo. Y ahí estaba la clave, parceros: todos juntos, en una sola olla, pero sin que nadie se pasara de vivo y se sirviera todo el caldo mientras los demás rascaban el fondo.



- ¿Y qué pasó? Pues que ese sancocho no se cocinó en dos minutos. Hubo peleas, hubo cucharas peleándose con los cuchillos, hubo fuego alto, fuego bajo, y hasta cucharazos en la cabeza. Pero al final, la Constitución del 91 salió de ahí, como el primer plato de un almuerzo decente. No fue la comida completa, porque todavía falta el postre, pero al menos dejó de ser un caldito insípido y se convirtió en algo con sabor, con picante, con posibilidad de alimentar a todos.



- Así que, pelados, la próxima vez que les hablen de política y crean que es una cosa lejana, piensen en el sancocho. Piensen en lo que falta, en lo que sobra, en lo que se quema si nadie le mete mano. Y pregúntense: ¿ustedes están cocinando o solo esperando a que les sirvan?



Jorge Narváez Ceballos
Jaime Bateman Cayón
Comandante del M-19


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