Las comisuras de tus labios
no ocultan lo que sientes,
son un susurro que vuela
en el viento,
un secreto que se
entrega
sin prisa.
Tus ojos, dos soles inmensos,
no pueden
esconder
lo que tu corazón ya ha dicho
en mil madrugadas.
Y yo,
yo me elevo,
me convierto en un ave que recorre el cielo,
te sigo en mis sueños,
en cada uno de ellos,
donde volamos juntos,
donde no hay distancias ni despedidas.
Es un vuelo eterno,
tu amor y el mío,
tejiendo en las nubes
el milagro de un abrazo
que nunca termina.
Te amo.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
Óleo sobre lienzo
Darwin Córdoba
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