Carta al Presidente Gustavo Petro
Compañero Presidente:
En esta hora en la que la tierra de Nariño y de nuestra Patria Colombia, aún respira el polvo de la guerra, le escribo desde la profundidad de la
historia, desde el eco de los pasos que dejamos en los senderos de la
resistencia. No es solo la memoria la que se aferra a estos surcos, sino la
promesa que hicimos al amanecer de una nueva era, cuando el fuego de la
injusticia se topó con la dignidad que llevamos en la piel, en el corazón y en
las manos que nunca se rindieron.
Fuimos guerreros de la paz, no solo en
el monte, sino en el alma. Fuimos los hijos del amor a la vida y de la
democracia plena, pero también de la esperanza indomable que crece entre las
gentes que creen definitivamente en la nueva Colombia, esa del tamaño de
nuestros sueños. Nos alimentamos de fe en medio de la oscuridad, y fue en ese
silencio donde aprendimos a escuchar el latido profundo de la patria, ese
latido que hoy, bajo su guía, vuelve a resonar con fuerza, llamándonos a
construir lo que una vez nos propusimos imaginar.
Usted, compañero, ha tomado la
estafeta que un día sostuvimos con manos endurecidas y corazón abierto. Ha
levantado la bandera de la paz, esa paz que es más que la ausencia de guerra,
más que la quietud de las armas. Es la paz que se siembra en los campos de la
justicia, que florece en la equidad y se riega con la dignidad de cada ser
humano en esta tierra nuestra.
Hoy, bajo su liderazgo, el viento
sopla en otra dirección, pero el compromiso sigue siendo el mismo. No
claudicamos entonces y no lo haremos ahora. La lucha ha cambiado de trinchera,
pero no de propósito. Seguimos en pie, no para empuñar las armas, sino para
empuñar la vida, la palabra, el futuro que nos espera en cada rostro que anhela
un país donde vivir no sea un riesgo, sino un derecho.
Presidente, sepa que no está
solo. Que quienes un día abrazamos la rebeldía como única opción, hoy abrazamos
la construcción de la paz como el único camino. Hemos dejado atrás el fusil,
pero no la convicción, ni el compromiso, ni mucho menos la promesa de hacer de
Colombia un territorio de justicia social. Hemos aprendido que la verdadera
revolución es la que se da en el alma del pueblo, en la transformación de cada
injusticia en justicia, de cada herida en sanación.
Caminamos con usted, con el mismo
orgullo que sentimos al defender lo que considerábamos justo, con el mismo
compromiso que nos movió a desafiar lo imposible. Porque hoy sabemos que no fue
en vano, que el sueño que una vez pareció utopía está más cerca de hacerse
carne, de hacerse historia, de hacerse patria.
Desde este rincón de la memoria y
del presente, le saludo con la certeza de que, juntos, seguiremos tejiendo la
Colombia que siempre hemos soñado, esa Colombia que ahora, por fin, empieza a
nacer.
Con respeto y fraternidad,
Jorge Alberto Narváez Ceballos
Un firmante de paz del M-19.