Camilo Torres Restrepo no fue un
mito. Fue un hombre. Un hombre que amó con la fuerza de quien comprende que
amar no es contemplar ni esperar, sino comprometerse y actuar. Un hombre que
entendió que el amor solo es verdadero cuando se vuelve eficaz.
El “cura guerrillero” es la figura
fácil con la que quisieron empacarlo, congelarlo en la última escena, para que
olvidáramos todo lo que había caminado antes. Pero Camilo no fue solo un fusil,
ni solo un sermón: fue una propuesta radical de transformación, tejida desde
las calles, las aulas, los campos y los barrios. Su “Amor Eficaz” es mucho más
que un gesto heroico; es una categoría plural, compleja y viva que sigue
exigiendo hoy, en este tiempo de Colombia, su lugar en la construcción de un
nuevo proyecto de humanidad.
El amor que organiza
Camilo planteó el “Amor Eficaz”
como la síntesis viva de sus búsquedas teológicas, sociológicas y políticas. Es
una categoría que brota en las encrucijadas del tiempo histórico: entre la
Revolución Cubana que encendía los sueños de emancipación en América Latina y
el Concilio Vaticano II que agitaba las conciencias dentro de la Iglesia.
Camilo supo leer los signos de su época y los convirtió en un llamado: “El
amor, para ser auténtico, tiene que ser acción organizada para liberar a los
oprimidos.”
No es un amor romántico ni
abstracto. Es un amor que se pregunta quién tiene la tierra, quién tiene el
poder, quién escribe las leyes. Es un amor que no se resigna a la limosna ni a
las soluciones a medias. Es un amor que se compromete con la transformación
radical de las estructuras que reproducen la exclusión, la miseria y la
desigualdad.
Camilo lo entendió y lo gritó: “El
amor que no se organiza no sirve.”
Cuatro rostros del amor eficaz
El Amor Eficaz no es un concepto
plano, no es un discurso vacío. Tiene cuerpo y tiene raíces. Su potencia está
en sus cuatro dimensiones constitutivas: teológica, ética, epistemológica y
política.
Teológica: Camilo desmontó la fe
pasiva y la convirtió en fe militante. No buscaba un cielo lejano mientras
ardía la tierra. Creía en un Dios que camina con los pobres, que se organiza
con ellos, que construye su Reino aquí y ahora. El amor eficaz es, en esta
clave, una respuesta de fidelidad a un cristianismo que se hace carne en la
lucha social.
Ética: Para Camilo, no era
suficiente pensar lo justo, había que vivirlo. La ética del amor eficaz exige
coherencia entre lo que se cree, lo que se dice y lo que se hace. No admite
neutralidades, porque la neutralidad es otra forma de complicidad. El amor
eficaz es un mandato que interpela: o estás con los que luchan, o estás con los
que oprimen.
Epistemológica: El amor eficaz
también es una manera de conocer. Camilo no quería mirar al pueblo desde arriba
ni estudiarlo como objeto. Quería aprender con el pueblo, desde el pueblo, para
construir saberes al servicio de la transformación. Es un conocimiento situado,
encarnado, que se teje en las mingas, en las asambleas, en las cocinas
comunitarias.
Política: Finalmente, el amor
eficaz se concreta en la acción colectiva. No es un acto aislado, no es
caridad, no es compasión. Es organización popular, es poder popular. Es la
capacidad del pueblo de decidir sobre su destino y de construir sus propias
estructuras de poder.
Del mito a la praxis popular
Reducir a Camilo al mito del
“cura guerrillero” es un acto de censura simbólica. Es condenarlo a ser una
estatua sin movimiento. Pero su legado es dinámico, está vivo y sigue
respirando en los procesos organizativos que hoy, más allá de las armas, más allá
de las cúpulas, construyen desde abajo el poder de las comunidades.
Camilo no buscaba mártires ni
héroes individuales: buscaba pueblos conscientes, organizados y movilizados. Esa
es la revolución que todavía nos está esperando.
Hoy, en este tiempo donde la
lucha armada perdió sentido como vía y la institucionalidad muchas veces es vacía
en las palabras y fría en su contenido, el amor eficaz se convierte en una
herramienta imprescindible para sostener los procesos populares, para evitar
que la transformación se desvanezca en promesas de campaña o en reformas
superficiales.
La revolución que Camilo soñó no
cabe en un decreto ni en un parlamento. Es una revolución que crece en la
tierra fértil de la organización popular, donde el amor se hace eficaz porque
se hace colectivo, porque se convierte en proyecto común.
El desafío actual: amar
organizadamente
En Colombia, donde las heridas de
la guerra aún sangran, donde las desigualdades no desaparecen, el “Amor Eficaz”
nos sigue señalando la tarea urgente: organizarse, construir poder popular,
transformar desde abajo.
El amor eficaz hoy es el que
mueve a las madres buscadoras, a los líderes campesinos que defienden la
tierra, a las mujeres que resisten las violencias, a los jóvenes que no se resignan
a vivir condenados al “no-futuro”. Es el amor que se niega a ser aplazado, que
se multiplica en las cooperativas, en las redes solidarias, en los cabildos
abiertos, en la organización comunal y comunitaria que se reactiva en barrios y
veredas.
Porque el amor eficaz no es una
idea. Es una práctica. Y esa práctica se llama organización.
Hoy más que nunca, amar
eficazmente es amar organizadamente.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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