Mis letras son tuyas,
como la lluvia que desciende sin pedir permiso,
que toca la tierra con la inocencia del deseo,
y se hunde honda,
hasta despertar la semilla.
Son tuyas,
porque vinieron de un lugar sin nombre,
del barro antiguo de mis días,
del silencio que deja la marea
cuando se retira,
y todo lo que queda es sed.
Vinieron por las grietas de mi piel,
por los sueños que se abren
como flores en el insomnio.
Las palabras no son mías,
solo soy una boca por donde pasan,
una vela temblando en tu soplo.
Tuyas las que saben a río,
a musgo fresco,
a sendero que nunca pregunta a dónde va.
Yo no escribo, amor,
escucho.
Recojo lo que el viento me deja
cuando pasa rozando tu nombre.
Mis letras son tuyas,
como es tuyo este silencio
que se posa sobre mí al caer la tarde,
y me muerde los labios
cuando intento decirte
y solo contesta el eco.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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