En un abril de luz incierta
te fuiste como se va la niebla del campo,
sin que el día pudiera retenerte.
Todavía las lilas florecen
con la obstinación de lo que vuelve.
Todavía tu risa
se abre paso en el viento
que roza la ropa tendida,
como si vinieras a secarnos la pena.
Te recuerdo entre risas y barro,
el fusil al hombro
como quien lleva un ramo de sueños.
Hacías del combate
un poema de fuego y ternura,
de esos que sólo los que aman de veras
pueden sostener entre los dientes.
Fuiste compañero.
Mi hermano.
Comandante de sueños.
Tus manos sabían de sembrar
y también de defender el surco.
En un abril te vimos caer
como cae una estrella
y sin embargo, el campo no se apagó.
Tu cuerpo, aún caliente,
guardaba el calor del mundo.
Te nombro ahora
cuando el mundo parece olvidar.
Te nombro porque aún crece
la esperanza en mi lengua
como un brote que no se deja morir.
Te nombro porque el amor por esta patria
es también una forma de continuar tu pelea.
De escribirte con el compromiso vivo.
De darte, en abril,
esta flor de palabras,
esta memoria que florece
donde tu sangre tocó la tierra.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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