CARTAS DE AMOR 19
Señora Bonita,
La nostalgia es un suspiro del
alma, tan antiguo como la humanidad misma. Es un sentimiento que se cuela
tímido por las rendijas del tiempo, tiñendo el corazón de recuerdos y anhelos
perdidos. La nostalgia se despliega en un ocaso lento, donde el crepúsculo de
los días nos sumerge en los ecos de sueños rotos, en caminos no recorridos y en
puentes que se desvanecen en la bruma de la memoria.
En esta danza de la nostalgia, la
luz se vuelve símbolo de ese sentir. No es una luz que ilumina por completo,
sino que sugiere, que revela en susurros los rostros perdidos y las memorias
que se aferran a los márgenes del olvido. La nostalgia es un espejo de
incertidumbres y dudas, reflejando a un viajero sin brújula en un mar de
ausencias. Es un latido constante de antiguas penas y anhelos, un compás de
soledad que resuena en el vacío. Sin embargo, incluso en esta penumbra, hay
destellos de esperanza, luceros que titilan en la distancia, promesas de un
nuevo amanecer.
La nostalgia se vive también en un
viaje a lo desconocido, un descenso a un sótano lleno de secretos. No es solo
un sentimiento, sino un lugar físico, un espacio donde los objetos y las
historias se entrelazan, símbolos de tiempos pasados y vidas vividas, de
anhelos y pérdidas.
Después de la guerra, la
nostalgia se convierte en un proceso de reconstrucción. No son los pesares los
que dominan, sino los sueños que se construyen, las plazas que se llenan y las
heridas que se cierran. Sin discursos, solo el ritmo del tiempo y el susurro de
la tierra removida marcan la recuperación. La hierba sólo crece sobre las
tumbas anónimas, y aunque las calles vuelven a ser transitadas y las risas
llenan el aire, persiste un vacío, un silencio que solo los sobrevivientes
pueden oír.
Entonces, la nostalgia no es solo
un lamento por lo que se ha perdido, sino también un acto de fe, un desafío a
la muerte, una promesa de futuro escrita en las cicatrices del pasado. La vida
después de la guerra es una marcha cuidadosa, cada paso recordando el dolor que
nos ha traído hasta aquí. Pero con cada amanecer, renace la esperanza, la luz
de un nuevo día que promete redención y renovación.
Y en cuanto a mi otra nostalgia,
la de su pelo, la de sus besos, con ella podría tejer, con estos hilos de
nostalgia por usted, una tela rica y vibrante, llena de imágenes y emociones
que nos invite a amar. Esa nostalgia, que es su obra, se convierte en un
recordatorio constante de nuestra humanidad, de nuestras vidas cortas y
efímeras, y de nuestros sueños, pero también de nuestra capacidad de encontrar
esperanza y luz, incluso en los momentos más oscuros, escuchando un "te
quiero". Así, esa nostalgia, su nostalgia, no es simplemente un
sentimiento de melancolía, sino una fuerza poderosa que me conecta con sus
ojos, me hace consciente de esta herida, de esas ganas de verla y me impulsa
hacia un futuro donde vuelva a abrazarla. Es en ese instante donde una melodía
resuena en el alma, recordándonos que, aunque los días puedan estar teñidos de
sombras, siempre hay un amanecer en el horizonte, una promesa de renovación y
esperanza que nos espera.
Suyo
Jorge Narváez C.
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