ATARDECE AL PIE DEL VOLCÁN ETERNO
Al pie del volcán eterno,
donde la tierra respira su aliento milenario,
el sol desciende con su manto dorado,
teñido de promesas y secretos ancestrales.
Las sombras se alargan,
abrazando los contornos de la montaña sagrada,
mientras el cielo se incendia
en un estallido de colores efímeros.
El volcán, guardián imperturbable,
contempla el ciclo incesante del día y de la noche,
su silueta majestuosa se recorta
contra el lienzo incandescente del ocaso.
Los ríos de lava dormidos,
espejos de fuego que laten en su pecho,
susurran historias de erupciones pasadas,
de épocas donde la tierra y el cielo se unieron en furia.
En la serenidad del crepúsculo,
la ciudad parece un susurro,
una nota efímera en la sinfonía eterna
del volcán, el sol y la noche que se cierne.
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