Hay nombres
que no aparecen en los libros,
pero llevan inscripciones más profundas
que cualquier mármol antiguo.
Piel
que resistió el hambre,
el deseo prohibido,
el exilio de una patria
que jamás permitió el regreso.
Corazones
que no pidieron gloria,
sólo un rincón donde amar
sin esconder la voz
ni el temblor.
Tú también los viste
en una plaza al atardecer,
entre ruinas,
en un beso que nadie se atrevió a nombrar.
No todos vencieron.
Muchos fueron vencidos.
Pero aún así:
sus raíces siguen vivas en la piel,
y sus ramas
silenciosas
florecen en los que no se rinden.
Resistencia,
no como furia,
sino como ternura que no retrocede.
Como un "te amo"
dicho en voz baja
cuando todo
lo prohibía.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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