lunes, 14 de julio de 2025

CUANDO EL VOLCÁN QUISO ASUSTARNOS

 

Esa noche

el volcán gritó tan fuerte

que hasta las estrellas

cerraron los ojos.

 

Yo salí corriendo descalzo,

con el corazón en los talones

y mi niño dormido

en los brazos que tiemblan,

pero no sueltan.

 

¡Corra compadre!

¡Que la tierra se puso brava!

Decía mi vecino con su voz de trueno,

mientras las casas lloraban

y el suelo se sacudía

como cuando los niños

patalean por un susto.

 

Mi niño…

ay, mi niño no lloraba.

Me miraba quietico,

con esos ojos redondos

como lunas chiquitas

que lo saben todo,

pero se quedan calladas.

 

Le canté bajito,

como me cantaban a mí

cuando la tierra temblaba

debajo de mis pies:

 

Duérmete negrito,

que papá te abraza,

aunque tiemble el cielo,

no se cae la casa.

 

Y mientras el volcán seguía haciendo pucheros

y la gente corría con el alma en las manos,

yo entendí,

así, sin palabras,

que el amor

puede volverse escudo,

puede volverse estrella,

puede volverse todo,

cuando lleva a su hijo

pegadito al pecho.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos


Volcán Galeras

 

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