Voy dejando partes de mí en este camino,
porque nací para andar, no para quedarme quieto.
Guardo tierra en los zapatos,
como quien guarda patria;
sol en la piel,
como quien lleva luz para repartir;
miradas en la espalda
que no pesan: empujan.
Mis bolsillos están llenos
de pedacitos de tiempo rebelde,
de chispas que cayeron del cielo
cuando el universo decidió incendiarse de esperanza.
Guardo trozos de árboles caídos,
no por rendidos,
sino por sabios:
por dejar semilla en vez de sombra.
Guardo también
el polvo de los mundos que quisieron callarnos,
pero no pudieron.
El viento me ayuda a cargarlo.
Camino, sí.
Con el peso de la historia
y la alegría del mañana.
Camino, porque mis pasos abren caminos,
porque mi voz nombra lo que otros callaron.
Y canto.
Canto lo que vi,
canto lo que viene.
Y en cada esquina dejo
una sonrisa,
un sueño,
una consigna,
y el recuerdo tuyo,
que no es nostalgia:
es fuerza.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
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