lunes, 31 de marzo de 2025

AMOR DE LOCOS


Esto no es amor. O tal vez sí, pero no como lo cuentan. No es de los que se escriben con letra cursiva en los almanaques ni de los que caben en tarjetas de colores. Este amor se esconde en la piel, en la respiración que cambia de ritmo sin que uno lo note. Se trepa en los pulmones y estalla en la sangre, como un incendio que no avisa. Algo que se escapa de los dedos y te llena de mariposas o de hormigas o de rayos que te atraviesan.

 

Sus dedos rozan mi piel y el mundo, obediente, se calla. No hay ciudades, no hay semáforos, no hay relojes. Solo su respiración que me llega en ráfagas y me hace cerrar los ojos, el eco de su aliento resbalando en mi cuello, como un verso que se dice en otro idioma, en uno que solo entienden las pieles que se buscan. Entonces el amor es eso, un eco caliente en el cuello, un verso que no necesita palabras.

 

Nos reiremos de esto algún día, si es que algún día dejamos de arder. Porque este amor no sabe quedarse quieto. Se escapa por los poros, se confunde con la hierba, se alimenta de pretextos absurdos para seguir creciendo. Es un amor que no pide permiso, que se suelta de las manos y se convierte en lluvia, en viento, en carcajada suelta en medio de un aguacero. 

 

Y cuando me besa, el mundo olvida su nombre. Y cuando la acaricio, la tierra cambia de eje. Y cuando nos miramos, ya no hay dos, hay un vértigo, hay un abismo. Es cosa de locos. Da miedo, sí. Pero qué importa el miedo cuando vivir sin esto sería como morirse en cámara lenta.

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos


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