miércoles, 19 de marzo de 2025

ADOPCIÓN


Desde que naciste, te prohibieron los pelos de gato y de perro, los ácaros, el polvo, el polen, los abrazos demasiado apretados y los helados en invierno. Tu madre decía que tu asma era caprichosa y que bastaba una brisa sucia para que tu pecho se cerrara como un puño. Así que creciste sin animales, mirando desde lejos, con una mezcla de deseo y resignación. 

 

Pero aquel día, cuando salías del colegio, lo viste. Lo atribuiste a una casualidad, porque así son los gatos: aparecen cuando quieren. Lo miraste despacio, con esa fascinación tibia de quien no puede tener lo que quiere. Te acercaste con indiferencia, sin decirle nada, porque sabías que los gatos no toleran las prisas ni las súplicas. 

 

Simplemente te divertía verlo, con su pelaje enmarañado, sus ojos de oro viejo y su andar de emperador destronado. Te recordó a un príncipe que había perdido su corona, pero no su dignidad. Él también te miró, primero con desconfianza, después con algo parecido al reconocimiento. Y de cuando en cuando, cuando pensabas que ya te había olvidado, volvía a aparecer en tu camino. 

 

Al principio, fue un juego. Un día él te seguía, al otro tú lo buscabas. A veces lo encontrabas dormitando en un muro, otras veces acechando un pájaro que nunca cazaba. Cada tanto elegía el lugar y te esperaba, como si estuviera midiendo tu lealtad. 

 

Así, poco a poco, se instalaron el uno en la rutina del otro. Y aunque tu madre insistía en que un gato o un perro eran imposibles en tu casa, él no le preguntó su opinión. Llegó una tarde, caminó con la seguridad de quien ha tomado una decisión y se sentó en la puerta de tu casa, mirándote. 

 

Ese día entendiste que no eras tú quien lo había elegido. Él, con su paciencia de siglos, había esperado el tiempo suficiente, y entonces más sigiloso, más bello, así como cuando el principito domesticaba al zorro, decidió que era hora de adoptar su primera humana. 

 

Desde entonces, todos asumimos que era parte de la familia. 

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos 


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