Eres el viento sin límites,
el andar inquieto de las olas,
juventud desbordada
que no pide permiso a los días,
que se lanza al vacío y regresa,
como el mar que nunca se cansa de ser mar.
Yo soy el sol de secretos antiguos,
la piel curtida por el tiempo,
ese silencio que se oculta tras la luz,
la claridad que todos miran
pero nadie alcanza.
Soy el fuego pequeño que danza,
quieto y eterno, sobre el agua.
Entre tú y yo, la marea respira.
No es un amor que se aquieta,
ni sereno ni sencillo,
es un amor que se estira y se encuentra en el borde,
que desborda sus límites
y no sabe de contención.
En tu risa busco aquello que olvidé hace años,
y en mis manos encuentras la pausa
que aún no sabes nombrar.
Tan distintos, tan distantes,
somos el abrazo improbable
del sol y el océano,
la danza de lo que es y lo que quiere ser.
Y así seguimos,
entre olas y destellos,
una marea que no conoce orillas,
que no se apaga ni se sacia,
y que nunca dejará de ser.
Jorge Alberto Narváez Ceballos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario