jueves, 28 de noviembre de 2024

¿DÓNDE SINO EN EL OLVIDO?

 

 

Y entonces, ¿dónde te fuiste? Dejaste el aire detenido, como si el viento hubiera perdido la memoria de sus pasos. Dejaste un eco hueco, un hueco que antes era morada de mis palabras alegres, esas que brotaban como soles pequeños en tu pecho. Ahora son polvo disperso en la mesa del tiempo, cenizas que mis manos inútilmente tratan de reunir. 

 

¿Dónde quedó mi sonrisa? Esa que iluminaba los rincones más oscuros de tu mundo, esa que ahora tiembla, oculta, en los márgenes de mi reflejo. La busco en los espejos y solo encuentro rostros que no nos conocen, rostros que ignoran el idioma que inventamos. 

 

¿Y los sueños? Esos que tejimos con la delicadeza de quienes saben que la madrugada no regresa. Se han escapado, como hilos sueltos, como barcos que naufragan en los laberintos del tiempo. Ahora son suspiros que mueren antes de ser oídos, promesas que se ahogan en el río de los días sin tu risa. 

 

Te fuiste. Y contigo se fue el latido que marcaba el compás de mis horas. Lo dejaste todo en un lugar que duele. ¿Dónde, sino en el olvido? Ese olvido que no es ausencia, sino carga. Un peso frío, como una piedra que se hunde despacio en el centro del pecho, recordando siempre lo que no volverá. 

 

Tal vez, pienso a veces, no te fuiste del todo. Quizás habitas, agazapada, en los rincones más oscuros de mi silencio. Allí estás, como un susurro que duele pronunciar, como un nombre que se niega a irse porque sabe que la memoria, aunque duela, también ama. 

 

Jorge Alberto Narváez Ceballos



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