LUNA, LA HUSKY DEL ESTALLIDO SOCIAL
Luna era una husky mestiza, una
criolla con ínfulas de siberiana, diría yo. De ojos claros como el amanecer, su
pelaje blanco y gris la hacía parecer una sombra elegante entre las calles, y
ese ruido que hacía en lugar de ladrar la hacía sentir más seria de lo que en
realidad era.
Luna no era una perra cualquiera.
Su vida tranquila junto a su dueño, don Esteban, un anciano sabio que contaba
historias de los tiempos de otra de las tantas guerras que ha vivido este país,
cambió las historias por la acción cuando la revuelta social estalló en Pasto.
Durante las marchas, era común ver a Luna al frente; al ritmo de sus pasos
firmes, los manifestantes avanzaban con confianza, sabiendo que donde ella iba,
la esperanza también marchaba. Por eso se los veía juntos a don Esteban y a
Luna, encabezando las marchas, rodeados de jóvenes y jovencitas que los
asumieron como parte de la lucha.
Al principio, Luna solo
acompañaba a don Esteban a las asambleas en el parque de Rumi Pamba. Pero
pronto, su presencia se hizo imprescindible en las revueltas. Le colocaron un
pañuelo rojo alrededor del cuello, símbolo de la resistencia, y los jóvenes
sentían que su valentía aumentaba cuando Luna estaba cerca.
Una noche, cuando los
enfrentamientos con la policía se intensificaron, los manifestantes se
refugiaron en una vieja iglesia en el centro de Pasto. La situación era tensa,
y los líderes necesitaban coordinarse para planear el siguiente movimiento. Don
Esteban, con Luna a su lado, sugirió que utilizaran a la husky para llevar
mensajes entre los diferentes grupos, evitando así la interceptación de la
policía. Luna, con su agudo sentido de orientación y su velocidad, se convirtió
en la mensajera de la resistencia. Le colocaron pequeñas notas en su collar, y
ella corría de un punto a otro, con su pelaje brillante desafiando la oscuridad
de la noche. Los mensajes de esperanza y estrategia que Luna llevaba ayudaron a
los manifestantes a reorganizarse y continuar la lucha.
Al día siguiente, la historia de
Luna, la husky revolucionaria, se regó por todos lados. Entonces sucedió algo
más impresionante: cuando la policía decidió lanzar un ataque sorpresa, Luna
estaba en el parque de Santiago y los muchachos se reunían en San Felipe. Sin
que nadie le diera orden alguna, corrió como el viento. Los manifestantes,
alertados por Luna, lograron escapar y reorganizarse, pero la policía ya había
alcanzado la retaguardia del grupo y, sin piedad, arremetió contra ellos. En el
caos del enfrentamiento, Luna fue herida. Don Esteban, con lágrimas en los
ojos, la cargó y la llevó a su casa, donde casi de inmediato la primera línea
llegó con ayuda. Sin embargo, una esquirla le vació el ojo izquierdo y otra le
atravesó la pata delantera derecha.
La perra fue herida el mismo día
que llenaron de jóvenes el coliseo del Barrio Obrero, como en los peores
tiempos del golpe de Chile por el fascismo. Luna se recuperó, pero la cicatriz
en su ojo y en su pata se convirtió en un recordatorio permanente del
sacrificio y la valentía.
El impacto de Luna no solo se
sintió entre los manifestantes, su historia se contaba con orgullo. Cada quien
narraba la historia, aumentando algo en cada relato, ya que encontraban en ella
un símbolo de la lucha por la libertad y la justicia.
El domingo 19 de junio de 2022,
Luna acompañó a don Esteban a la urna en el colegio INEM. Después de votar caminaron
a la plaza de Nariño y saltaron de alegría junto a los miles de hombres y
mujeres que llenaron las calles de Pasto. La lucha no había sido en vano. Como
dijo don Esteban: "No podíamos morirnos sin haber celebrado por fin un
triunfo".
Jorge Narváez C.
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