PALOMA
Ya llevaba tres días en la casa de paredes de tapia pisada, una casa campesina tradicional que había sido conseguida para el trabajo. Conmigo éramos cuatro trabajando, nos turnábamos el escarbar y sacar en sacas la tierra. Teníamos solo una semana para entregar la caleta.
Como a eso de las tres de la tarde llegó una mujer con una cantina de café y una niña. La niña miró al interior y preguntó que hacíamos en la casa de los abuelos. La mamá la sacudió del brazo y nos miró preguntando si íbamos a tomar el café con pan de sal o con pan de dulce. Yo tenía un cuaderno de esos El Cid, que me acompañaba para escribir poemas o cartas o notas sobre lo que se me ocurría y como el cuarto estaba oscuro y casi sin ventanas, como son las construcciones de clima frio; solo tomé una hoja y la convertí en una paloma de origami. La niña me miró, aprobó con la cabeza sonriendo y extendió su mano detrás de las piernas de su mamá, que me miraba con prevención.
Como treinta y seis años después un ex compa se había lanzado como candidato en unas contiendas regionales y por esas casualidades de la vida yo estaba haciendo un proceso de planeación para una entidad internacional. Me fui a visitarlo y ofrecer mi ayuda para lo que pudiera necesitar en la campaña. Una hermosa mujer le llevaba todo lo correspondiente a la agenda y participaba de la administración del proceso, se notaba a leguas que era de un temperamento recio que a pesar de su pequeña estatura era la que daba las órdenes en ese ejercito de colaboradores. Yo quedé cautivado desde la primera vez que la vi, pero la tarde en que entró a la sede de campaña tarareando una estrofa de una canción del dúo Guardabarranco, mi emoción fue tal que al escuchar en su voz la frase “Si añorabas/ un corazón de refugio/ donde huir de tanta gente”, yo de inmediato respondí “que te hería y te quería/para ser feliz un día”. Fue una mezcla hermosa de recuerdos y de realidad, mi paso por la Nicaragua sandinista, mi lucha, mi exilio, mi regreso al País y esos hermosos ojos cafés que me miraron fijamente.
- Caramba compañero, le gusta la buena música.
- Y el buen café. Le respondí sonriendo.
La noche en que entramos a su cuarto impregnado de un delicioso olor a flores, me condujo por unas escaleras de madera hasta el ático donde tenía dispuesto su dormitorio sobriamente adornado por un par de afiches de un concierto de Pink Floyd y un estampado en screen del Che Guevara; hicimos el amor como hacia muchísimo tiempo no lo había hecho, con el cuerpo y con el alma. La mañana siguiente tomando café recién colado, saco del escritorio una paloma de origami y yo la miré a los ojos casi al borde de las lágrimas, cuando me dijo: “Te esperé con todos mis sentidos, hasta con el sentido del humor”. Abrió la paloma despacito y me mostró lo que había escrito en la hoja hace tantos años. “Antes era indeciso, ahora no sé”.
- ¿Entonces qué, nos decidimos?
- Con usted a lo que sea y donde sea
Esta semana cumplimos 12 años y dos hijos.
Compadre guardabarranco
ResponderBorrarHermano de viento de canto
Y de luz.
Decime si en tus andanzas
Viste una chavala llamada
Arlen Siu...