domingo, 30 de junio de 2024

METRALLO

METRALLO

El pensamiento lo llenó de una extraña mezcla de tristeza y esperanza. Tal vez, pensó, la guerra terminaría y las nuevas generaciones no tendrían que enfrentarse a los mismos demonios. Tal vez, solo tal vez, habría un futuro en el que las ventanas no estarían rotas, y la vida no sería una lucha constante entre la supervivencia y el olvido.

Pedro Pablo, PePa para los amigos, paisa de pura cepa, nacida como todos los paisas, “cerquita del parque de Berrio”, había crecido en Moravia y hace unos meses, por necesidad de la organización se había pasado a las montañas de Bello. En el corazón de Medellín en una casa enorme del barrio Laureles conoció a García, un estudiante de filosofía que había abandonado su casa y su carrera para organizar los combos de muchachos en las comunas. 

Una mosca zumbaba perezosa de un vidrio a otro y el sol atravesaba las ventanas llenando el cuarto de luz que chocaba en los 4 espejos y justo el de la pared azul reflejaba de tal manera que hería los ojos y acababa la paciencia. ¿Qué llegaría primero la muerte por la guerra o por las balas de alguna bandola que asecha en cualquier esquina de la ciudad? A García le tocó la segunda suerte, una banda lo bajó del autobús, literalmente. Subía del Parque Bolívar, un oasis en medio del caos, donde los árboles parecían susurrar historias de tiempos más tranquilos. Se montó en el colectivo en la avenida oriental y ya lo iban siguiendo, lo bajaron y ya le habían metido tres puñaladas, cuando le pegaron el tiro García ya estaba con hemorragia interna. Lástima, el pelao era muy piloso pero muy visajoso.  

PePa, observa la ciudad desde una ventana rota. Desde aquí Medellín se envuelve en un manto de luces parpadeantes, mientras la tarde se convierte en noche. Él veía el reflejo de su vida en ese marco con los vidrios rotos; incompleta, marcada por cicatrices profundas, pero aún entera de alguna manera. La mosca que seguía su curso interminable entre los vidrios y las paredes, le recordaba su propio vaivén entre la esperanza y la desesperación.

Ya la noche se hizo dueña de ese cielo, la lámpara del poste titila y resuena, se levantó de su asiento junto a la ventana y salió a la calle, decidido a enfrentar la vigilia de Medellín, con la esperanza de que el fin de la guerra llegaría antes que la muerte.

Jorge Narváez C.




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