sábado, 29 de junio de 2024

TAYKA MAMA

 TAYKA MAMA

Antes de que la luna arrullara las noches y las estrellas pintaran el cielo, el amor no tenía morada. La diosa de la vida, paciente tejedora, decidió darle un hogar.

El primer día, desprendió al amor de la niebla y este flotó libremente en la nada.

El segundo día, lo posó suavemente sobre las hojas de los árboles, jugueteando con la brisa.

El tercer día, lo deslizó por el río, lavando sus penas y secándolo en los reflejos de plata.

El cuarto día, le enseñó a jugar. Lo llevó dentro de una caracola y, con el murmullo de las olas, allí donde la tierra besa al mar, se quedó dormido.

El quinto día, se puso a cantarle con el susurro del viento y cantaron y danzaron juntos con las sombras de la tarde.

El sexto día, voló entre las nubes y lo dejó precipitarse en la tierra como lluvia para sustentar la vida.

El séptimo día, le mostró lo hermoso y lo divino y le enseñó a regresar a la vida a quienes mueren de tristeza.

El octavo día, descendió a los abismos más profundos y le mostró a aquellos que yacen allí por odio o por envidia. Le dio el poder de alivianar las cargas, aliviar el dolor del alma y conoció la sonrisa.

El noveno día, lo fundió con el fuego y lo hizo renacer en los sueños más sublimes, en la música y en las palabras hermosas.

El décimo día, le encontró su hogar en la lluvia, el viento, el sol, la ternura, la nostalgia de unos ojos, en las noches de pasión desenfrenada, en las manos que acarician, en la risa música, en las palabras de aliento y en los recuerdos recordables.

Jorge Narváez C.





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